A los medios de la capital se les ha escapado que el jefe de CiU, Artur Mas, declaró el domingo en La Vanguardia: “Zapatero está acabado y debe ser sustituido”. Y añadió: “Zapatero debe ser sustituido por alguien del PSOE, y luego ir a elecciones”. Y remachó: “Miren el Diccionario Marítimo: zapatero dícese del que maniobra mal”. El líder de los nacionalistas catalanes confiesa llevar dos años sin hablar con el presidente del Gobierno y ha lanzado un veredicto que recuerda mucho al que dictó Jordi Pujol en 1996: dejó sin apoyo a Felipe González que hubo de adelantar las elecciones que ganó José María Aznar. Pues bien: si al presidente le falta este apoyo en los Presupuestos de 2011 -y parece que le faltarán los votos de CiU, que ganará previsiblemente las elecciones autonómicas de noviembre en Cataluña- las cosas se le presentan mal.
Peor aun cuando nada puede esperar de la izquierda parlamentaria -IU, ICV y ERC- porque Angela Merkel ha determinado que someterá a vigilancia estrecha al Gobierno español exigiéndole los compromisos que Salgado asumió en el Ecofin durante la madrugada del pasado lunes, día del histórico subidón de la bolsa en España y, en general en la UE. Para que la nueva situación no se quede en un espejismo, los gobiernos, empezando por el griego y siguiendo por el portugués y el español, han de tomar medidas draconianas como bien se malician los sindicatos. Seguramente, menos sueldo a los funcionarios –un paso más allá de la congelación salarial-; desactivación masiva de inversiones; un nuevo modelo eléctrico con energía nuclear y menores primas a las renovables, así como la supresión de subvenciones al carbón nacional; un ajuste de la fiscalidad especial (alcohol, tabaco y carburantes); una reforma laboral que ofrezca flexibilidad y menores costes de despido e, inevitablemente también, un reforma de las pensiones con la jubilación a los 67 años y la taxativa prohibición de prejubilaciones salvo muy contadas excepciones. Y por supuesto: apretando las tuercas a las autonomías.
Entre las imposiciones de Merkel y la dura advertencia de Mas, Rodríguez Zapatero se ha introducido sin marcha atrás posible en un laberinto. Insisto en la tesis del pasado domingo: debe hacer como Gordon Brown, marcharse, dar paso a un sustituto que no esté condicionado por su propio discurso (hace una semana se negó taxativamente a recortar más el déficit), que pueda hacer frente a los compromisos internacionales y pactar a izquierda y derecha para sacar al país de la emergencia nacional. No tiene, me parece, otra alternativa nuestro gesticulante presidente que hoy actúa en el Congreso.
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