sábado, 29 de mayo de 2010

Nicolas Redondo

Desde su atalaya como histórico dirigente de la UGT y del socialismo español, Nicolás Redondo Urbieta (Baracaldo, 1927) analiza a diario los avatares de la función sindical en tiempos de crisis. No parece un sufridor, a la vista del brillo que aún desprenden sus ojos, pero expresa una cierta decepción al observar que se difuminan las ideas a las que ha entregado su vida. “Hemos pasado de una Europa democrática a otra eurocrática”, lamenta, al entender que se trivializan términos como “solidaridad” o “equidad” desde la propia izquierda y desde el Gobierno del PSOE. No habla sólo de España ni de Europa. La deriva de las ideas le lleva a un diagnóstico más funesto: “La socialdemocracia ha fracasado”.

Nos recibe en un sobrio despacho de la Escuela Julián Besteiro, donde penetra la primavera madrileña preñada de inquietudes sobre el futuro de España. De nuevo se encuentra ante movilizaciones contra un Gobierno del partido al que pertenece, aunque ya no sea su líder. Lamenta los hechos: “Estamos ante el mismo recetario”, ante los nuevos recortes y apelaciones a una reforma laboral, que no supera “la solidaridad entre los pobres”. Hijo de sindicalista condenado a muerte, la suya es una vida plagada de luchas en la fábrica, el sindicato y el PSOE, a cuya organización renunció como dirigente en pleno dilema ante el 14-D (la primera huelga general contra el Gobierno de Felipe González, en diciembre de 1988). Padre de un notable político socialista, Nicolás Redondo Urbieta no se ha desprendido de su camisa obrera y sólo la colección de libros y revistas de Le nouvel observateur en un desangelado despacho delata una pasión intelectual que fue quebrada en sus años de adolescente, cuando comenzó como aprendiz en la Naval de Sestao. Ni una fotografía de los numerosos acontecimientos de los que ha sido protagonista, ni de los reconocimientos obtenidos… En cambio su discurso sigue fértil y vagamente contenido por la pasión. El sindicalismo atraviesa sus venas. Su casa es la UGT.

ARMANDO HUERTA.- Momento difícil el que atraviesa España, ¿cómo ve el patio desde el poso que le dan a usted la experiencia y los años?

NICOLÁS REDONDO.- Es una situación extraordinaria, de dimensión internacional, a la que difícilmente puede hacérsele frente desde el ámbito nacional. En cierta medida es un fracaso de la socialdemocracia, tanto en Europa como en nuestro país. Hemos pasado de una Europa social, que tenía constituido un Estado de Bienestar, a otra Europa. Creo que se ha constitucionalizado una Europa eminentemente liberal, que dicta al resto de países de la eurozona, y los países deben dar cuentas.

Hemos pasado a una Europa en la que los mercados regulan y hay una tendencia hacia una doctrina liberal. Lo malo es que la socialdemocracia se ha deslizado hacia esa doctrina liberal. No es un proceso de la noche a la mañana. Desde la década de los ochenta se ha dado un proceso desde la propia socialdemocracia hacia un modelo liberal. Y ha habido socialistas que de manera pasiva han ido desmantelando esta socialdemocracia. Hemos vivido épocas de gobierno socialista en la que se han tomado medidas totalmente contrarias al socialismo. Es una renuncia también de este Gobierno. Yo lo llamo falta de equidad.

Hemos renunciado poco a poco a nuestro ideario socialdemócrata
A.H.- En 1987 Nicolás Redondo renunció a su escaño para mostrar su oposición a la política laboral y social del Gobierno de Felipe González, ¿haría ahora lo mismo?

N.R.- Siempre es difícil extrapolar situaciones. Yo creo que sí. Haría lo mismo. Porque yo creo que el fundamento de un sindicato es defender a los trabajadores. Con eso no digo que éstos -Méndez y Fernández Toxo- no lo estén defendiendo. Los sindicatos hacen un planteamiento coherente. Quizás han confiado de manera excesiva en el comportamiento de Zapatero, y no digo que (el presidente) haya estado falto de sensibilidad social. En realidad, ha tratado de manera preferente a los sindicatos. Por eso no tenían motivos para rechazar y enfrentarse a esa situación. Lo que pasa es que Zapatero al final ha tenido que aceptar esta crisis, una crisis que tiene un referente en los niveles de paro, en los marginados de la sociedad. Zapatero se ha visto obligado a tomar estas determinaciones como mandato imperativo de la burocrática Europa…

La socialdemocracia se ha deslizado hacia una doctrina liberal
CHELO APARICIO.- ¿Qué ha hecho bien Zapatero y qué ha hecho mal?

N.R.- Ha hecho bien en mantener el poder adquisitivo del salario mínimo, aunque la última subida (irónico) ha sido de 6 euros al mes. Las pensiones han ido manteniendo un pequeño aumento. También las libertades ciudadanas, en asuntos como los matrimonios homosexuales…, ahí ha tenido un planteamiento muy relevante. Desde mi punto de vista, de izquierdas, en una socialdemocracia que había perdido un referente que volvió a recuperar Zapatero.

Lo que creo que se ha hecho mal, que hemos hecho mal, ha sido renunciar a nuestro ideario socialdemócrata. Y no es un proceso sólo de Zapatero; viene de hace muchos años. Zapatero se ha encontrado también con un problema: el hecho de que ex ministros socialistas han estado permanentemente abogando por la reforma del mercado de trabajo y por el endurecimiento de las condiciones de jubilación.

Desde el sindicato nunca se ha pretendido que el mercado de trabajo se mantenga de manera estática y permanente. Había que reformar el mercado de trabajo, pero tampoco se puede estar de acuerdo en que cada reforma suponga automáticamente un recorte de las prestaciones sociales. Aquí ha habido reformas laborales que han sido realmente muy duras. Durante los pasados gobiernos socialistas hubo reformas laborales, tres huelgas -cuatro con la de las pensiones- y con el PP hubo otra. Y no se han sacado conclusiones. Ha habido reformas laborales y la conclusión es que estamos en la misma situación. Tras aquella cruentísima de 1994, al cabo de un año ya estaban diciendo que había que modificarla, y entonces estaban encantados. Luego más reformas que condujeron al ‘decretazo’ del 2002. Yo creo que el Gobierno Zapatero no ha sacado las conclusiones de todo aquello.

Hay ahora una sensación de falta de equidad
CH.A.- A la vista de la situación, ¿cómo puede combinarse ese debate sindical, la defensa de unos derechos con la corresponsabilidad social ante la crisis?

N.R.- Durante tiempo el sindicalismo ha hecho gala de una línea de moderación salarial que cualquier Gobierno agradecería. Los sindicatos estaban dispuestos a abordar cualquier reforma del mercado de trabajo que no supusiera una mayor flexibilización y una mayor precariedad. Pero luego se las han querido imponer. Y en cada disyuntiva histórica los gobiernos deberían haberse sentado para estudiar qué es lo mejor. Pero aquí no hemos hecho nada de nada. Hemos optado por lo más fácil: nos metemos con los funcionarios, con los pensionistas, con los trabajadores. Y al final, también, con los parados. Los sindicatos se han sentado ahora, desde mi punto de vista, con una predisposición favorable a una reforma de trabajo que no conduzca a una precariedad, a un mayor embargamiento ante el despido.

A.H.- ¿Deben salir los sindicatos a la calle? ¿Debe haber otro 14-D como en 1988?

N.R.- Cuando uno va a una huelga general lo hace, en cierto modo, violentándose a sí mismo y en función de unos criterios determinados. Nosotros, por ejemplo, cuando hicimos la famosa huelga de 1988, los once miembros de la Comisión Ejecutiva (de la UGT) éramos también del Partido Socialista. Nos tuvimos que violentar, pero no quedaba tampoco otro remedio porque las medidas que se estaban adoptando totalmente negativas suponían una recesión social. (A Chelo Aparicio) Me decías de los sindicatos… es que los sindicatos tienen una mala papeleta. La socialdemocracia ha fracasado. Estamos viendo también qué flaco favor le hacen a Zapatero los ministros socialistas que abogan permanentemente por una reforma del mercado de trabajo, por aumentar las exigencias para la jubilación. Algunos hablan de fórmulas de copago. Si desde las propias filas de la socialdemocracia se oye este discurso, poco margen le queda a Zapatero. Los sindicatos, dentro de las limitaciones, son los que todavía mantienen en el ámbito europeo una mayor conciencia distributiva.

CH.A.- Sí, es cierto que está calando, efectivamente, ese discurso de la eficacia. Ahí está el ejemplo griego, donde se ha inflado el sector público. Y aunque no sea la única causa de la crisis, sí puede plantear la preocupación ciudadana por la eficacia en la gestión más allá de la ideología…

N.R.- Sí pero, por ejemplo, Zapatero ha tomado decisiones poco equitativas. Le oí ayer a un ministro una cosa chocante, una deformación de la socialdemocracia y de la izquierda. Decía: “Hay que ser solidarios”, y proponía la solidaridad “del que tiene grado diez en la Función Pública con el que tiene el grado 2”. O sea, el que tiene más con el que tiene menos. El que tiene trabajo, decía, con el que está en el paro. ¡Ésta es una solidaridad entre necesitados! ¡Una solidaridad entre pobres! ¿Qué es lo que se ha hecho con las altas rentas? ¿Ha rescatado los impuestos de patrimonio? ¿O ha incrementado el impuesto de personas físicas? La gente del PSOE tiene la sensación de una profunda injusticia y de falta de equidad. Si un socialista renuncia a la equidad, está renunciando al propio socialismo.

A.H.- A Garzón se le ha suspendido por presunta prevaricación al investigar las desapariciones del franquismo, ¿qué piensa de esta decisión alguien como usted, que fue detenido y procesado por ser la dictadura de Franco?

N.R.- Yo tengo una estima, realmente, por Garzón, y tengo mis profundas dudas de que haya prevaricado. Dicho esto, veo también otras reivindicaciones en torno a la memoria histórica que apoyo plenamente en el sentido de que (las víctimas) puedan recuperar los restos de sus familiares. Creo que ha habido movilizaciones que quizá hayan perjudicado más que otra cosa al propio Garzón, pero tanto como acusarlo de prevaricación, yo no lo veo. Hay una situación en nuestro país en que se entremezcla todo, y viene entonces aquello de la bipolaridad fundamental entre la derecha y la izquierda. Yo respeto la labor que ha hecho Garzón, la labor que hizo en contra del terrorismo, de ETA, del narcotráfico. Y luego es verdad que ha podido tener alguna equivocación como en el proceso de paz…

La Ley de Amnistía fue un logro de la izquierda
CH.A.- Al hilo del procesamiento de Garzón se ha planteado desde algunas posiciones la reforma de la Ley de Amnistía de 1977. A alguien que, como usted, la vivió en primera persona, ¿no le parece preocupante que se cuestione uno de los pilares de la transición?

N.R.- En primer lugar quiero decir que la transición a la democracia fue un hecho altamente positivo. En contra de lo que se dice, no estaba asegurada. No sabías realmente lo que iba a pasar el día de mañana. Es verdad que Franco murió en la cama, en 1975, pero cómo había vivido, sin ningún sentido humanitario. Recuérdese las consecuencias de sus últimos años, las ejecuciones, etc. Pero además había una razón. Y es que la gente del régimen no tenía la fuerza para mantenerlo porque chocaba la España oficial con la España real. Y nosotros tuvimos fuerza para imponer nuestros criterios, que fue lo que dio realmente el modelo de una transición pactada que tuvo una Constitución (enfatizando) realmente social, que puede parangonarse con cualquier otra Constitución de nuestro entorno. Dentro de esta situación nosotros conseguimos una cosa que creíamos casi era un privilegio conseguirlo: la Ley de Amnistía. Que ya no se trata sólo de hablar de los antiguos de ETA. Es que eran muchos los represaliados que habían estado en la cárcel. A mí, por ejemplo, me despidieron de la Naval y ¡tuvimos una ley que nos amparaba: la Ley de Amnistía! Creo, de verdad, que fue un logro de la izquierda. Me parece un profundo error ponerla en entredicho.

Sacar ahora los crímenes del franquismo es arriesgado
A.H.- Zapatero ha condenado recientemente al franquismo y lo ha calificado de "régimen oprobioso", pero no concretó si es partidario de que sus crímenes deban perseguirse, ¿qué cree Nicolás Redondo?

N.R.- ¡Tanto como perseguir...! Yo creo que es pedir justicia para aquellos que tienen sus parientes en cunetas. La recuperación de esa memoria es dar una satisfacción, una satisfacción moral. Ahora, volver a sacar a colación los crímenes del franquismo me parece que es arriesgado. Es meterse en un camino que, por lo menos, antes de hacerlo habría que pensárselo dos veces.

CH.A.- Zapatero emprendió la vía de las reformas estatutarias antes de llegar a la Moncloa. A la vista de lo sucedido en el Estatuto catalán, ¿le parece oportuno el recurso previo de inconstitucionalidad o es prioritario acatar las decisiones del poder legislativo?

N.R.- Por encima de una mayoría parlamentaria está la Constitución, que es la que da la primacía y todo el sentido al legislativo. Yo he apoyado plenamente los Estatutos de Autonomía, y la UGT lo hizo plenamente. Ahora, siempre hemos estado muy pendientes de que eso no supusiera ninguna discriminación. Lo que va totalmente en contra de un socialismo es que un ciudadano de una Comunidad viva por encima de unas condiciones de vida de un ciudadano de otra Comunidad. Apoyo la igualdad del ciudadano viva donde viva, en Euskadi, en Cataluña, en Madrid. Pero también defiendo otra cosa, que es la igualdad, o la equidad, entre las clases sociales. ¡Y de ésa no habla nadie, ésa es fundamental!

Por encima de una mayoría parlamentaria está la Constitución
CH.A.- Un año de Gobierno vasco. Algunas de las aspiraciones de las víctimas del terrorismo parecen colmadas. Como es lógico, la satisfacción no es completa. ¿Cree, a la vista de las últimas polémicas a causa de eventuales nuevas vías de diálogo político con la banda, que resistirá el pacto PSE-PP en esta legislatura?

N.R.- Tanto Basagoiti como Patxi López tienen un cierto sentido común, y creo que su obligación es intentar realmente ese acuerdo. Tienen que eliminar cualquier resquicio de simple sospecha que pueda haber sobre contactos o tomas de temperatura con ETA. En el terreno del terrorismo y de las víctimas han hecho una buena labor en el conjunto del Gobierno vasco, con el apoyo del partido popular. ¡Y ojalá siga así! (Saca el diario El Correo y lee en voz alta) “Patxi López planteará recuperar lo del patrimonio, aumentar las secesiones y el máximo del impuesto de las personas físicas” ¡Esto es un rasgo! ¡Pretende un sacrificio más equitativo!, ¿no? Es evidente que hay cosas que pueden hacer bien. Yo creo que lo que hizo hábilmente Patxi López fue aquel “no renuncio” en la noche electoral, que obligó también al Gobierno de la nación y al PSOE a considerar esta realidad. ¿Y por qué gobernó? Gobernó porque estaba el PP. Yo, cuando vi los resultados, me llevé una gran alegría. Dije: ¡ya no hay un posible acuerdo como los llamados “acuerdos transversales” con el Partido Nacionalista Vasco!, que eran una coña que nadie entendía. Creo que de las reuniones que dicen que hay -aunque yo no creo que existan- habrán aprendido algo sobre lo que pasó en el proceso de paz. Yo creo que a Zapatero le dolió tremendamente -aunque yo no lo conozco mucho- el petardo de la T-4 después de asegurar que estábamos “mejor que el año pasado”. (Mirando a Chelo Aparicio) Tú conoces los acuerdos de Loyola y cómo estuvieron a punto efectivamente de crearse dos mesas: una con el Gobierno-ETA y otra con la expresión política de ETA. ¡Aquella experiencia les habrá espantado!

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