La Gran Recesión da otra vuelta de tuerca. El temor al colapso de la economía mundial desencadenado por la quiebra de Lehman Brothers en otoño de 2008 ha regresado, pero en esta ocasión, los que entonces fueron los salvadores se han convertido en el problema. Las dudas sobre la solvencia de las economías de varios países europeos, con España en el pelotón de cabeza, han obligado a presentar drásticos planes de ajuste para reducir el elevado endeudamiento y el déficit, que traerán menos crecimiento y más paro. La crisis se retroalimenta.
Como la pescadilla que se muerde la cola, los Estados que desplegaron todo un arsenal de incentivos fiscales para rescatar al sistema financiero y reactivar la economía ven como ese esfuerzo les está pasando factura ahora en los mercados que exigen resultados inmediatos para reducir un endeudamiento público en máximos. Las agencias de calificación afirman que el ajuste frenará la recuperación y rebajan el rating de algunos países como Grecia, España o Portugal. El resultado es que a éstos les cuesta más caro financiar su deuda y tienen menos dinero para destinarlo a impulsar la actividad económica.
España es el ejemplo perfecto de este esquema. Fue una de las naciones que realizó un mayor esfuerzo para combatir la recesión, con escaso éxito, si se tiene en cuenta que la tasa de paro, superior al 20% es la mayor de las economías desarrolladas, y que el PIB será el único entre las grandes potencias que seguirá en negativo este año.
El resultado fue que, del superávit del 2,23% del PIB registrado en 2007, el mayor de la democracia, se ha pasado a un déficit del 11,2% en 2009, mientras la deuda ha escalado del 34% a una previsión del 64,9% en 2010. Las cifras españolas no son las peores de Europa, sobre todo en lo que atañe a la deuda, que sigue 20 puntos por debajo de la media comunitaria, pero la rapidez con que se han deteriorado las cuentas públicas no tiene parangón.
El miedo al contagio griego ha terminado por encender todas las alarmas y forzado al Gobierno a dar un giro de 180 grados en su política.Reducir los números rojos del Estado se ha convertido en la prioridad absoluta, por encima del paro o la recuperación de la economía.
El déficit es el rey
Lo admitió la propia ministra de Economía, Elena Salgado, al presentar el tijeretazo al gasto social al afirmar que “en este momento entre menos crecimiento o menos déficit, tenemos que inclinarnos por menos déficit”. El adelanto en la retirada de los estímulos fiscales, que obligará a recortar 15.250 millones de euros de gasto adicional en 2010 y 2011 se ha cobrado sus víctimas: el PIB crecerá menos y habrá más paro hasta 2013, los pensionistas verán cómo sus pensiones se congelan en 2011, los funcionarios sufrirán un recorte en sus sueldos y todos los ciudadanos pagarán más impuestos.
La paradoja es que la deuda del Estado podría ser también víctima de los esfuerzos para reducirla. El viernes, la agencia de calificación Fitch siguió los pasos marcados por Standard&Poor´s y sacó a España del selecto grupo de países con la máxima calificación de la deuda. La justificación: el ajuste económico será más largo y difícil que en otros países que, como Francia o Alemania, mantienen la nota máxima, la ansiada triple A que España consiguió el 10 de diciembre de 2003 y que perdió el 19 de enero de 2009.
La “nota” de la deuda Española AA+ para Fitch, AA para S&P, ha pasado de “matrícula de honor a sobresaliente” y sigue siendo “excelente”, según se encargó de destacar ayer el director general de La Caixa, Joan María Nin, quien matizó no obstante que “si no se recupera la solvencia no hay crédito”.
Aunque la directora general del Tesoro se apresuró a afirmar que esta última rebaja no dificultará la colocación de la deuda española, lo cierto es que España tiene que pagar el doble que hace seis meses para colocar sus títulos en el mercado y que el último recorte del rating no hace más que añadir más presión.
Salgado admitió este viernes que España deberá dedicar el próximo año una cantidad superior a los 23.000 millones presupuestados en 2010 para pagar los intereses de la deuda, un dinero que no crea empleo ni genera actividad vía inversiones.
El caso español es extremo, pero no es la excepción. Un informe de Moodys publicado esta semana indica que la deuda y el déficit mundial han alcanzado máximos de una década. La media mundial de deuda en porcentaje del PIB se situó en 2009 en el 75,1% según Anette Fratantaro, coordinadora del estudio, mientras que el déficit alcanza el 7,2%.
Los ricos se suman
Ya no son sólo los estados más débiles –Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia– los que sufren y se aprietan el cinturón. Esta semana, Reino Unido anunció un “aperitivo” del ajuste que tendrá que realizar para sanear su déficit del 11,5% del PIB: un recorte de gasto cercano a los 7.200 millones de euros.
Italia presentó el martes un tijeretazo al gasto de 24,000 millones de euros en 2011 y 2012, con congelación del sueldo de los funcionarios y rebajas del salario de altos cargos incluido, y el anuncio del refuerzo en la lucha contra el fraude fiscal, un delito del que ha sido acusado en más de una ocasión el primer ministro Berlusconi.
Alemania, convertida en guardián de la ortodoxia en Europa y con unas cuentas mucho más saneadas que el resto, ha anunciado que ahorrará 10.000 millones anuales hasta 2016, ha enterrado su promesa electoral de bajar los impuestos y admite ya que podría incrementarlos. Ayer, el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, reconoció que no descarta la subida de algunos tributos.
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