domingo, 9 de marzo de 2014

El disparate de 11 M Bermudez conducido por la Mentira

Cuando se cumplen diez años del 11-M, si algo está claro es que las teorías conspiratorias han sido derrotadas. Para tranquilidad de todos, los medios que han tratado de sembrar dudas sobre las investigaciones de la masacre no han conseguido su propósito de inocular dudas en la sociedad española acerca de la verdad judicial.
Y es que todo está claro en la instrucción sumarial de aquel caso, por mucho que algunos hayan intentado hacer caja a costa de buscarle tres pies a un gato que no los tiene.
1) Si los trenes del 11-M –es decir, los escenarios del crimen– fueron comenzados a achatarrar menos de 72 horas después de la masacre (en vez de conservarlos, como se hizo con el metro accidentado en Valencia o el tren accidentado en Santiago), no fue con el objetivo de destruir pruebas, sino porque no se consideró necesario conservarlos. ¿Para qué, si todas las investigaciones están claras?
2) Si no se adjuntaron al sumario actas de las muestras recogidas en los trenes fue porque se traspapelaron o porque no se consideró necesario adjuntarlas, no porque existiera una deliberada voluntad de ocultación.
3) Si los centenares de muestras de los trenes recogidas y llevadas a la sede de la Unidad Central de Tedax tampoco aparecen es porque, una vez determinados por otros medios los datos relevantes sobre el caso, no hizo falta inventariar esas muestras.
4) Si, habiendo 12 focos de explosión, no fuimos capaces de encontrar ni un solo fragmento de explosivo, ni un solo resto de los detonadores usados, ni un solo trocito de los iniciadores empleados, ni un solo jirón de las bolsas donde las bombas estuvieran contenidas... es porque tuvimos mala suerte y no quedó nada de nada de las 12 bombas que estallaron.
5) Y si no se enviaron a la Policía Científica las muestras para su análisis, como marca el protocolo, no es porque no se quisiera analizar esas muestras, sino porque los Tedax tenían un minilaboratorio que no contaba con equipamientos especializados, pero que con las prisas se consideró que era más que suficiente.
6) Si al juez no se le envió un análisis pormenorizado de loscomponentes químicos encontrados en los focos de explosión fue porque, al fin y al cabo, el magistrado tampoco tiene por qué entender de química, de modo que no tiene sentido aburrirle con detalles técnicos.
Además, ¿qué más da todo eso? ¿Acaso no encontramos en una comisaría de policía, 18 horas después de la masacre, una bomba sin detonar? ¿Para qué necesitamos entonces las muestras de los trenes, las actas de recogida o los análisis de laboratorio? ¡Las bombas de los trenes eran como esa que apareció en la comisaría, como no puede ser de otro modo!
7) Es verdad que no hay en todo el sumario ningún testimonio de nadie que viera esa bomba en las estaciones de tren, ni en el trayecto entre las estaciones y la comisaría donde apareció la bomba. Pero ¿qué hay de raro en eso? ¡Se trasladaron centenares de bultos de las estaciones a la comisaría ese día! Está claro que esa bomba aparecida en comisaría venía de las estaciones, porque ¿de dónde iba a venir, si no?
8) Los medios defensores de la conspiración han señalado que esa bomba tenía dos cables sueltos, por lo que no era una bomba real, sino un simulacro. Pero eso es una tontería: es verdad que tenía dos cables sueltos, pero porque los terroristas se olvidaron de conectarlos.
9) Tampoco hay nada de raro en el hecho de que esa bomba aparecida en comisaría tuviera metralla, mientras que en los 193 muertos del 11-M no se detectó metralla de origen terrorista. ¿Qué problema hay? Puede que los terroristas se equivocaran con ese artefacto y, de la misma manera que se dejaron dos cables sueltos, metieran metralla en esa bomba y en las otras 12 no. O puede que los miles de clavos y tornillos que contuvieran las doce bombas que sí estallaron en las estaciones se volatilizaran todos. ¡Las cosas de los explosivos son muy complicadas!
10) Y en cuanto a que en esa bomba hubiera una tarjeta telefónicaque no hacía falta para que la bomba funcionara, pero que nos permitió empezar a identificar culpables a toda prisa, pues ¿qué quiere que le diga? Los terroristas eran unos chapuceros y se dejaron ahí esa pista delatora, sí. Tuvimos suerte. Gracias a esa providencial tarjeta hemos podido encarcelar a algún canalla.
Independientemente de las chapuzas y las casualidades, el caso es que encontramos milagrosamente esa bomba. Así que, aunque no se conservara ninguna muestra de los trenes, está claro que las bombas de los trenes tienen que ser como la que apareció en comisaría.
Por tanto, en los trenes se usó Goma2-ECO, porque eso es lo que tenía la bomba de la comisaría. Y en los trenes se usaron teléfonos móviles como iniciadores, porque en la bomba encontrada en la comisaría había un teléfono móvil. Y vale ya de conspiranoias.
11) Es verdad que, después de 10 años, sólo hay en la cárcel un único condenado por poner bombas en los trenes, pero al fin y al cabo otros 7 islamistas se suicidaron en Leganés, y si se suicidaron sería por algo. Y seguro que los que faltan hasta completar la lista de 13 colocadores de bombas murieron en Irak o Afganistán, o en alguno de esos sitios a los que los islamistas suelen ir a combatir a Occidente.
12) Y sí, también es verdad que el Tribunal Supremo dijo que no se podía determinar qué participación tuvieron los 7 muertos en Leganés en los hechos del 11-M, y que gracias a eso las víctimas del 11-M no han podido demandar por la vía civil a los herederos de esos muertos de Leganés, pero eso no son más que formalismos jurídicos que en nada afectan a la verdad judicial. ¿No se suicidaron en Leganés? Pues entonces no pueden ser sino culpables, aunque no se sepa muy bien de qué. Y está claro que ellos tuvieron que poner alguna bomba, porque si no, ¿quién las iba a haber puesto?
13) Y en cuanto a lo de que no se les hiciera autopsia a los muertos de Leganés para ver si efectivamente se habían suicidado, ese argumento no son más que ganas de enredar. ¿De qué otra manera podrían haber muerto, salvo suicidándose? Entonces, si está claro que sólo podrían haber muerto suicidándose, ¿para qué perder el tiempo haciéndoles una autopsia, por mucho que lo marque la Ley?
14) Tampoco hay nada raro en el hecho de que el octavo habitante de ese piso de Leganés, Abdelmahid Bouchar, que escapó a la carrera del piso atravesando el cordón policial, no fuera considerado colocador de las bombas por el tribunal. Está claro que, si se escapó del piso, es porque no sería tan malo como los otros que había dentro, así que el hecho de que él no colocara ninguna bomba no quiere decir que los otros siete no la colocaran.
Los medios de la conspiración, en su paranoia, han intentado incluso echar basura sobre los testigos protegidos que nos permitieron condenar al único colocador de bombas que hay en prisión, Jamal Zougham. Pero está claro, para aquel que no tenga muy mala intención, que Jamal Zougham es culpable.
15) Es verdad que se le detuvo por vender las tarjetas telefónicas de las bombas y que resulta un poco raro que un miembro del comando terrorista venda las tarjetas a sus compañeros de comando, en lugar de dárselas directamente, pero es que el que uno sea islamista no quiere decir que no pueda ser roñoso.
16) Y es cierto también que el vender tarjetas no es delito, y que no había un motivo sólido para su detención inicial, pero es que luego aparecieron, en los meses sucesivos, hasta ocho testigos que dijeron haberle visto en los trenes, así que es normal que le mantuviéramos en la cárcel. El que esos reconocimientos fueran contradictorios (porque, si todos los testigos dijeran la verdad, Jamal Zougham tendría que haber estado en al menos tres trenes simultáneamente), no tiene importancia. El Tribunal Supremo se quedó con dos de esos ocho testimonios, y resolvió así la contradicción.
17) Y sí, es cierto que Jamal Zougham estaba en un gimnasio la noche anterior a los atentados, mientras se supone que sus compañeros de comando fabricaban en una casa de Morata de Tajuña las bombas, pero de ahí no se deduce nada. A lo mejor su papel en el asunto era de mero colocador de bombas, no de fabricante.
18) Pretender echar basura sobre las declaraciones de las dos testigos protegidos indica la baja catadura moral de los medios conspiranoicos. ¿Qué más da que las testigos cambiaran sucesivamente de versión en sus declaraciones? ¿Qué más da que una de las testigos no reconociera a Zougham hasta trece meses después de la masacre? ¿Qué más da que algunos familiares de la otra testigo fueran denunciados por el juez Del Olmo por intentar colarse como falsas víctimas del 11-M? Todo eso no son más que intentos de desprestigio, porque está claro que esas testigos vieron lo que vieron: a Jamal Zougham paseando por el tren con una mochila, aunque la familia de Zougham jure que a esa hora estaba en su casa durmiendo.
Así pues, todo está claro: Jamal Zougham y los de Leganés (excepción hecha del que salió corriendo del piso), más algunos otros que tampoco importa demasiado quién son exactamente, colocaron en los trenes trece bombas que eran como esa que apareció en una comisaría de Vallecas 18 horas después de la masacre. Y no hay más misterio.
Y por lo que respecta a quién ideó y ordenó aquella masacre (lo que los medios conspiranoicos llaman el "autor intelectual"), el que no tengamos ningún nombre concreto no quiere decir nada. ¿No está claro que los de Leganés eran islamistas? Pues entonces alguien, en alguna de esas redes de islamismo internacional, decidió en algún momento atentar contra España, y no tiene demasiada importancia que fuera un Mohamed, un Abdelmahid o un Yousef quien diera la orden. El Tribunal Supremo ha dicho que esa célula del 11-M no guardaba relación jerárquica con Al Qaeda, pero eso es lo de menos, porque el caso es que eran islamistas, como se demuestra por su suicidio en Leganés.
19) Y para aquellos que insisten en sembrar dudas sobre cosas que están claras, el que a los dueños de la casa de Morata de Tajuña donde se montaron las bombas (cuya pertenencia a Al Qaeda sí está demostrada) no se les llegara siquiera a imputar en el proceso, tan solo significa que tenemos un sistema garantista y democrático. Y para nada puede deducirse de ahí que el atentado no guarda relación con el islamismo.
Nos ha costado diez años, pero por fin las teorías de la conspiración han sido desbaratadas. Porque, a menos que uno sea uno de esos periodistas que buscan enriquecerse jugando con el dolor de los españoles y con la memoria de aquel atentado, nadie que lea esta sencilla descripción de los hechos puede albergar ni la más mínima duda sobre lo que sucedió aquel 11 de marzo y sobre las investigaciones posteriores.

Un Pais en la Mochila Luis del PINO

 país en la mochila

Luis del Pino*
Imaginen el siguiente escenario: la Policía efectúa un registro en la casa de un presunto narcotraficante y no halla ningún alijo de droga, pero detiene al dueño de la casa y se incauta de todo lo que encuentra allí. Al día siguiente, la Policía dice que, entre las pertenencias que se han llevado a comisaría, ha aparecido «por sorpresa» una maleta llena de cocaína. Y basándose en esa prueba, procede a acusar de narcotráfico a esa persona a la que detuvo.
¿Ustedes qué creen que pasaría? Pues que ningún juez aceptaría semejante 'prueba'. Si esa maleta llena de cocaína apareció 'por sorpresa' en la comisaría y no está reflejada en las actas de registro, es inevitable preguntarse: ¿se trata de una prueba colocada? E, independientemente de la contestación que cada uno de a esa pregunta, lo cierto es que no existe manera de demostrar que esa maleta pertenece al detenido, por lo que esa prueba sería anulada en cualquier juicio, ¿verdad?
Bueno, pues en el 11-M pasó eso, exactamente, con la prueba fundamental del caso, la famosa mochila de Vallecas: que no apareció en los escenarios del crimen, sino que fue encontrada 'por sorpresa' en una comisaría de Policía 18 horas después de la masacre. A pesar de lo cual, esa prueba fue admitida tanto por el juez instructor como por el tribunal.
Tras el atentado, lo normal habría sido que la Policía recogiera muestras en los focos de explosión, que levantara acta de las muestras recogidas, que realizara análisis de las mismas y que, con toda esa información, hubiera determinado cómo estaban fabricados los artefactos. Sin embargo, lo que se hizo es algo bien distinto:las muestras recogidas y las actas de inspección desaparecieron (no se llegaron a adjuntar al sumario), a la Policía Científica no se le enviaron las muestras para su análisis y los propios escenarios del crimen(los vagones de tren atacados) fueron desguazados en un tiempo récord.
En paralelo a esa labor de destrucción de las pruebas reales del caso, de repente apareció 'por sorpresa' en una comisaría de policía de Vallecas una bolsa-bomba con un artefacto explosivo, 18 horas después de la masacre. Y lo que nos dijeron es que esa mochila procedía de los trenes. Y a partir de las evidencias que contenía, se empezó a detener a 'sospechosos' y se construyó toda la versión oficial, culpando a unos supuestos islamistas.
Ni durante la instrucción del sumario, ni durante el juicio, pudo aportarse ni una sola prueba fehaciente de que aquella mochila de Vallecas procediera de los trenes. Nadie vio esa mochila en las estaciones de tren, nadie la vio en el trayecto desde las estaciones hasta comisaría. Esa mochila de Vallecas ni siquiera aparece, lo cual ya es el colmo, en el acta de inspección realizada en la propia comisaría. La mochila de Vallecas apareció por arte de magia.
No acaban ahí los despropósitos. La mochila de Vallecas incorporaba 10 kilos de explosivo Goma 2 Eco, medio kilo de clavos y tornillos como metralla, un detonador, un teléfono móvil como iniciador y (dentro del mismo) una tarjeta telefónica.
Pues bien, una radiografía de esa mochila de Vallecas efectuada por los Tedax y adjunta al sumario demuestra que los cables de esa supuesta bomba no estaban conectados. Es decir, se trataba de un artefacto preparado para no estallar. No tiene ningún sentido que un terrorista deje sin conectar los cables, pero sí que tiene sentido que los deje sin conectar (para no correr riesgos) alguien que esté montando una simple prueba falsa.
Es más, las pruebas de laboratorio realizadas con un teléfono móvil como el de la mochila de Vallecas permitieron demostrar que ese teléfono no daba ni la mitad de la corriente eléctrica necesaria para garantizar la explosión del tipo de detonador concreto utilizado: de nuevo, ningún terrorista habría jamás usado semejante montaje eléctrico.
Pero la prueba definitiva de que esa supuesta bomba es una prueba colocada (y de que no guarda ninguna relación con las bombas de los trenes) es la metralla: ese medio kilo de clavos y tornillos que la mochila de Vallecas contenía. Si las bombas hubieran tenido metralla, forzosamente tendría que haber aparecido metralla de origen terrorista en los cuerpos de las víctimas mortales y los heridos del 11-M. Sin embargo, en los cuerpos de las 191 víctimas mortales no apareció ningún clavo, tuerca o tornillo de origen terrorista, tal como declaró públicamente la forense encargada de la coordinación de las autopsias, Carmen Baladía.
Por tanto, es físicamente imposible que los artefactos que estallaron en los trenes fueran similares a esa bolsa-bomba encontrada en una comisaría 18 horas después del atentado. Esa famosa mochila de Vallecas es una prueba colocada.
¿Cómo es posible que esa prueba no fuera anulada desde el principio? Pues habría que preguntárselo al juez instructor, Juan del Olmo, y al tribunal sentenciador, presidido por Javier Gómez Bermúdez. Pero a lo mejor tiene algo que ver el hecho de que, si se hubiera anulado esa prueba, todo el sumario se habría venido abajo, porque las restantes pruebas del caso derivan de esa mochila de Vallecas.
Si nos dicen que en el atentado del 11-M se usó explosivo Goma 2 Eco, no es porque en los trenes se encontraran restos de ese explosivo, sino porque ese es el explosivo que la mochila de Vallecas contenía. Por tanto, anular la mochila de Vallecas como prueba, habría implicado tener que reconocer que no se sabe qué explosivo se empleó.
Si nos dicen que en el atentado del 11-M se usaron teléfonos móviles como iniciadores, no es porque en los trenes se encontraran restos de esos iniciadores, sino porque la mochila de Vallecas contenía un teléfono móvil. Por tanto, anular la mochila de Vallecas como prueba, habría implicado tener que reconocer que no se sabe cuál era la composición de los artefactos de los trenes.
Y, sobre todo, si se hubiera anulado como prueba la mochila de Vallecas, habría que haber puesto en libertad a todos los detenidos por el caso, porque a esos detenidos se llegó tirando del hilo de la tarjeta telefónica encontrada en la mochila de Vallecas.
¿Se dan ustedes cuenta de la magnitud del problema? Todas las pruebas reales del caso (muestras de los trenes, actas de recogida de muestras en los trenes) desaparecieron. Los propios escenarios del crimen (los vagones atacados) empezaron a ser desguazados menos de 72 horas después de la masacre. Y todas las pruebas reales se sustituyeron por una prueba falsa aparecida en una comisaría de Policía 18 horas después de la masacre. Y a partir de esa prueba falsa se construyó absolutamente toda la versión oficial, que apuntaba al islamismo.
Pónganse ustedes ahora en la piel del juez instructor y del tribunal sentenciador del 11-M y respondan sinceramente: ¿se habrían ustedes atrevido a anular esa prueba, por muy convincentes que sean las evidencias que indican que es falsa? Por supuesto, la respuesta a esa pregunta es: si no vas a atreverte a hacer Justicia, no te metas a juez.
*Luis del Pino es director de Sin Complejos en esRadio y escribe el blog 'Los enigmas del 11-M'