Vergonzoso cierre en falso de la restructuración bancaria en España
Qué bonito es este país. Resulta que tanto el Banco de España como una parte sustancial de las entidades financieras nacionales están jugando al trilero con el tema de las uniones virtuales y, aunque nadie sabe realmente dónde se encuentra la bolita, no falta el coro de palmeros que hacen corro a ver a quién engañan con el señuelo de una restructuración que no es, mientras bendicen la falsa llegada de la ansiada reforma del sector bancario patrio. "Por fin", vienen a decir, "más vale tarde que nunca"; y se quedan tan panchos. Una conclusión que presupone que lo acordado va a servir para cumplir con el fin que persigue, afirmación que no deja de ser muy, demasiado aventurada. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y el recurso a los Sistemas Institucionales de Protección o SIPs no deja de ser eso: un mero cambio de ropajes para que, al final, todo siga igual. Lean primero y debatamos después.
Delimitemos los tres problemas a los que se enfrentan las instituciones nacionales: liquidez, solvencia y capacidad instalada. Pues bien, a primera vista resulta difícil adivinar cómo puede esta iniciativa ayudar a resolver cada uno de ellos. Vayamos de atrás adelante. Está claro que se ha pretendido, por encima de todo en las fusiones fantasma, defender el valor de la franquicia y la cercanía al cliente. Esto se concreta en una unificación de servicios centrales, incluido el control de riesgos y las divisiones auxiliares, y el mantenimiento de las redes y marcas existentes. Al final, verticalmente, los Reinos de Taifas permanecen y lo que se produce es un cambio en las relaciones de tipo horizontal con mercados y reguladores. Sin embargo, no se actúa sobre ese exceso de sucursales que afecta a la rentabilidad de las firmas ni sobre la intervención sistemática de los poderes públicos en sus respectivos ámbitos de actuación al conservarse individualizada la obra social. Prueba de la precariedad de la integración es que la Norma 15 de la Circular 3/2008 del Banco de España permite la separación con preaviso de las sociedades firmantes.
Tampoco se solventa la cuestión de la solvencia en cuya solución juega un papel primordial el FROB, siendo sus recursos el objetivo esencial de algunas de las SIPs hasta ahora anunciadas. Ante la imposibilidad de acudir al mercado para ampliar capital, y dada la reducción sensible de resultados recurrentes que permitan su reforzamiento orgánico, la apelación al Fondo queda como la única alternativa pese a que, como hemos visto en el párrafo anterior, no se cumpla el objetivo básico del mismo: financiar el adelgazamiento del sistema. Sin embargo, las especiales características de esta contribución pública (a devolver en cinco años con posibilidad de prórrogas, remunerada al 7,75% el primer año y por encima los restantes, vinculada a una serie de compromisos de ahorro y convergencia) la convierte en un pesado auxilio para las entidades que se acojan a él. La alegría con la que algunas cajas lo reclaman, en plan Bienvenido Mister Marshall, es signo a partes iguales de estulticia e irresponsabilidad. Salvo que su voluntad sea su impago, que todo puede ser. Esto es España.
Veamos el caso de Cajamadrid. Si pide 3.000 millones, el coste anual en gastos financieros vinculados a las cuotas participativas estatales sería, redondeando, 240 millones de euros. Por tanto, para quedarse como está, y Dios quiera que no, debería encontrar sinergias anuales por valor de 240 millones de euros -a resultas de la aplicación del SIP- para compensar operativamente la merma en la cuenta de resultados agregada. Para que realmente la solvencia de la nueva sociedad aumentara vía beneficios, el efecto en ingresos al alza y costes a la baja de la integración virtual tendría que ser muy superior. De lo contrario habrá hecho un pan como unas tortas. Cómo lo conseguirá con los compañeros de viaje que ha sumado a su proyecto es un misterio por resolver digno del mejor Iker Jiménez. Será difícil, la verdad. Como concluye Anton Gasol en un brillante artículo publicado sobre el FROB en La Vanguardia del 25 de mayo, al final va a ser “mejor fundirse que fusionarse”. Para muchas seguro, no les quepa la menor duda.
Queda por último el tema de la liquidez, cuya bondad en relación con las SIPs parte de una falsa doble premisa. Primera, la suma de manzanas podridas y buenas en el mismo cesto convierte a las primeras en aptas para el consumo. Pena que la naturaleza nos enseñe que es al revés, visión que me temo es compartida por los mercados financieros. Segunda, está por ver que esa mayor disciplina y control interno de riesgos que defienden los impulsores de estos proyectos se materialicen finalmente. No hay que olvidar que la base de la convergencia que recoge la disposición antes citada es la unión de entidades “con un perfil de riesgo homogéneo”, condición que se incumple de partida. Además, la disparidad de políticas comerciales puede conducir a la anarquía y ésta, por su parte, a la ruptura. Menos mal que nos queda el Banco Central Europeo con su línea casi ilimitada a un año al 1%. Lo que natura non dat, Trichet -en este caso- prestat. En caso contrario, el necesario adelgazamiento del activo podría acrecentar el peligroso curso actual de la cuenta de pérdidas y ganancias sectorial, afectando por derivación a la solvencia conjunta.
Sorprende mayúsculamente cómo el Banco de España ha transigido con una figura que sabe a ciencia cierta que es un parche que no permite atajar los problemas esenciales del sistema bancario español. La rapidez con la que se han configurado los principales SIPs, así como el reparto de cromos acelerado entre sus integrantes, ponen de manifiesto que es más el resultado de una necesidad perentoria que de una racionalización fundada del tamaño, perfil y características que la banca requiere en el difícil entorno que se avecina. Responsabilidad indelegable de un supervisor que ha preferido, antes que acometer un proceso pragmático y consensuado, adoptar la táctica del avestruz al inicio de la crisis, la del perro ladrador muchos meses después y la del aquí te pillo, aquí te mato tarde, mal y casi nunca. ¿Su prestigio? Postal para el recuerdo. Al consentir en esta última etapa unas aventuras intelectuales de difícil concreción final, que pueden saltar por los aires en el peor de los momentos al estar pendiente el clavo ardiendo de la gobernabilidad, se juega la poca credibilidad que algunos aún le atribuyen a una sola carta. Veremos en qué acaba todo esto aunque desprende desde ya un tufillo a chapuza tolerada que mata. Habrá sorpresas. Es inevitable que las haya. Stay tuned.
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