El verbo 'ramblear'
Blanco y en botella, leche, querido señor Hereu; es decir, negro y en Rambla, despiste monumental
Artículos | 19/12/2010 - 12:22h
Pilar Rahola
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Si un alcalde no sabe qué hacer con su paseo más internacional, aquel que ha llevado el nombre de la ciudad por todos los rincones de la mítica, desde la literaria hasta la sentimental, entonces no sabe qué hacer con su ciudad. Blanco y en botella, leche, querido señor Hereu. Es decir, negro y en Rambla, despiste monumental. El negro es la crónica amarilla de un desbarajuste de proyectos, un auténtico brainstorming de chiruca que ha inundado la pobre Rambla de todo tipo de proyectos, a cual más mareado. Primero fue aquello de sacar a todo el mundo que hacía sus pinitos del paseo, incluyendo mimos, espontáneos y hasta aquel simpático genio del pie que emulaba a los jugadores del Barça. Después que no, que los mimos al final, pero que se quedaban. Después que volvían más arriba y mirábamos hacia otro lado, y así hasta el infinito.
Por el camino (y mientras los verdaderos habitantes de la Rambla, los ladrones, hacían su agosto de turistas despistados), también hubo tiempo de cambiar cuatrocientas veces de idea sobre los viejos puestos de animales, con las consiguientes pérdidas económicas tanto de particulares como del erario público. Y aquí estamos, al final del camino de la nada, con los propietarios de las casetas, muchos de ellos con ciento cincuenta años de historia en la Rambla, que han pasado de tener que asumir casetas nuevas para sus animales a tener que cambiar de producto y vender souvenirs sostenibles, estilo titelles, para acabar con la noticia de que al final no venderán ni lo uno ni lo otro, sino que tomarán el camino de Villadiego. Es decir a la puñetera casa, que a la calle ya estaban. Dicen que les darán 40.000 euros de indemnización, como si ese capital pagara el patrimonio de una vida, y así intentan sellar, por enésima vez, un modelo de Rambla que no saben ni qué modelo es. Decía Oriol Bohigas que el problema del proyecto Barcelona es que no hay proyecto, y la Rambla es el paradigma más estridente de ese vacío. Por supuesto, soy de los que siempre han estado en contra de vender animales vivos en las viejas casetas, cuyas malas condiciones eran vistosas. Y a veces, animales que no eran de los vendibles… Pero eso no significa que no pueda haber una salida para esas familias, muchas de ellas con tres generaciones de Rambla a sus espaldas. El bailoteo indecente con el que han jugado con sus destinos conforma una más de las vergüenzas de una alcaldía a la deriva. Personalmente, me gusta que Hereu enseñe las uñas y luche por su candidatura en el PSC, pero el problema es que es lo único que el hombre parece tener claro es que quiere ser alcalde. ¿Qué hacer con la alcaldía? Esa es otra música y lleva cuatro años sin tocarla. Y así estamos en el Dragon Khan de la improvisación permanente, con el vacío de la Rambla como metáfora. Ella que es el corazón de Barcelona, y por eso la ciudad está de infarto.
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