El Banco Central de Europa rescata a España
por Lorenzo Bernaldo de Quirós
Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.
El Banco Central Europeo ha decidido prolongar las medidas extraordinarias adoptadas a raíz de la crisis financiera. Ahora, ante el peligro de contagio del riesgo soberano irlandés al resto de los países de la periferia, el BCE ha activado el Securities Markets Programme, la compra bonosde los estados de la Eurozona, y ha reafirmado su oferta de liquidez a las entidades crediticias que lo necesiten. La primera iniciativa consiste en monetizar deuda pública, esto es, en utilizar la máquina de imprimir billetes para financiar el endeudamiento de los Estados. Esto constituye un flagrante incumplimiento de su estatuto fundacional, una convalidación de las políticas económicas de los países indisciplinados e incapaces de acometer las reformas estructurales y un precedente muy inquietante a la vista de cómo ha evolucionado la estrategia de quantitive easing instrumentada por la Reserva Federal de los EE.UU. En pleno proceso de deconstrucción institucional de la UE, le ha tocado el turno a la entidad presidida por Monsieur Trichet, último bastión de la constitución económica creada alrededor del euro.
La actuación del BCE tiene un objetivo único: Evitar una potencial suspensión de pagos de España. El European Financial Stability Facility tiene los recursos suficientes para rescatar a Grecia, a Irlanda o a Portugal pero no a la Vieja Piel de Toro cuyo PIB es superior al de esos tres países juntos. Además, las restricciones constitucionales y políticas impiden a Alemania ejercer el papel de prestamista de última instancia de la Eurozona. En este contexto, el contagio de la enfermedad irlandesa a Portugal y, lo fundamental, a España constituiría un torpedo a la línea de flotación del euro y, con él, a la estabilidad económico-financiera de Europa. Así lo habían descontado los mercados desde el inicio del programa de ayuda a Irlanda, convencidos de que los dos países ibéricos eran las siguientes piezas a caer en la diabólica partida de dominó, principiada con el rescate de Grecia hace año y medio. Si Portugal era intervenido, España iba detrás. Para evitar esta situación, el BCE ha acudido al rescate.
En este contexto, la estrategia de los banqueros centrales de Frankfurt supone asumir un criterio previo: La política económica del gobierno es insuficiente para estabilizar las finanzas públicas, relanzar el crecimiento y, por tanto, garantizar la solvencia del país en el corto, en el medio y en el largo plazo. En consecuencia existe el peligro de un súbito parón de los flujos de capital hacia España. Por ello, el Banco Central Europeo tiene que ofrecer a los mercados la confianza que el gabinete socialista no es capaz de obtener por sus propios medios. Esto significa que, por el momento, la economía española sólo tiene posibilidades de evitar una suspensión de pagos mientras se mantenga enchufada, de manera indefinida, al BCE. Aquí, el problema es la creación de una burbuja de deuda española y también la disminución de los incentivos del gobierno para acometer un plan de ajuste presupuestario riguroso e implantar las reformas estructurales necesarias para crecer y mejorar la competitividad. Si antes de contar con la red de seguridad del BCE, el gabinete liderado por el Sr. Rodríguez Zapatero no mostraba voluntad de caminar en esa dirección, es improbable que, ahora, convertido en el pilar sobre el que se sostiene la estabilidad de la Eurozona lo haga. La desaparición, temporal, de la amenaza de una intervención de la economía española por parte del FMI y la UE permite ganar tiempo al gobierno.
Dicho esto, la combinación “Rescate Multilateral/Financiación BCE” no constituye un punto final a los problemas. Grecia es de hecho insolvente a la vista de las recientes revisiones de sus datos de déficit, deuda pública y perspectivas de crecimiento. Antes o después habrá de reestructurar su endeudamiento. La asistencia externa a Irlanda no marca el fin de sus dificultades. Su endeudamiento consolidado y un sistema financiero quebrado la hacen también insolvente y candidata a reestructurar deuda en el medio plazo. Con los actuales tipos de interés y con unas previsiones de crecimiento planas, la solvencia de Portugal es cuestionable. En suma, las dos economías intervenidas hasta el momento, Irlanda y Grecia, y la firme candidata a seguirles por esa senda, Portugal, no tienen un problema de liquidez sino de solvencia y eso no se resuelve sólo con inyecciones de liquidez.
Guste o no, esa es en buena parte la situación de España: Un horizonte presupuestario incierto, siendo generosos, pese a las últimas medidas adoptadas; una ausencia de reformas estructurales capaces de estimular el crecimiento; una fuerte pérdida de competitividad acumulada; una enorme incertidumbre sobre las pérdidas reales y potenciales del sistema banca-cajas y, por tanto, la convicción de que su saneamiento y reordenación lleva un serio retraso; una tasa de paro del 20 por 100 y sin visos de reducirse…¿Con esos elementos es posible afirmar que España se enfrenta a una simple restricción de liquidez y que su solvencia está garantizada? Obviamente no y, por eso, porque sólo eso era posible, descartado por impracticable un rescate a la “griega, irlandesa o portuguesa”, el BCE ha actuado como lo ha hecho. Esto refleja la enorme gravedad de la situación española y la falta de credibilidad del socialismo reinante.
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