Pero, ¿qué pasa si se mira la letra pequeña? Pues que la reducción del gasto público no es del 7,9% como ha anunciado el Ejecutivo, sino del 3%, dato que resulta de la comparación en términos homogéneos.
Demos un paso más: dado ese escaso crecimiento del gasto, la cifra de incremento del PIB debería ir acompañada de un importante repunte de los ingresos. Aún dando margen de confianza al Ejecutivo y con la incertidumbre de las cifras que se presenten el jueves, de momento los escasos 300 millones que se recaudarán con las subidas fiscales a las nóminas altas no son suficientes para la expectativa que ha puesto sobre la mesa Economía. ¿Qué se puede esperar entonces? Salgado dio el viernes la clave: todo puede pasar en la negociación parlamentaria, en la que el Ejecutivo deja todo al libre albedrío de los partidos políticos. Sobre todo de PNV, donde ya son conscientes de la subida al ahorro que se estudia en las cocinas de Moncloa. Junto a ello, las tasas, los Impuestos Especiales y la eliminación de deducciones también pueden aportar muchas sorpresas.
Todo esto con permiso de esos 4,6 millones de desempleados que asisten atónitos a este espectáculo. Serán más en 2011, aunque el Estado se gastará aparentemente menos en ellos. El motivo: gran parte de ellos pasarán a ser parados de larga duración (se dispara el gasto en subvenciones), lo que lejos de dibujar unos presupuestos esperanzadores sume a España en la agonía de la crisis. Las contradicciones, en el fondo, no existen.
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