domingo, 17 de octubre de 2010

Gobierno a la Deriva

El comportamiento de nuestra clase política refugiándose en las medias verdades (cuando no mintiendo descaradamente), negando la evidencia (crisis económica), dando esquinazo a los asuntos capitales (necesidad de una reforma constitucional que, además de democratizar el sistema, reordene los poderes del Estado recuperando para el Gobierno central parte de las competencias transferencias), aferrándose al poder a costa de “deshacer país” (pacto con el PNV) y gesticulando en plena vía pública (la vicepresidenta del Gobierno con la presidenta del Constitucional durante el desfile del pasado año, o el alcalde de Madrid y el presidente del Gobierno este último), le ha llevado a ocupar el tercer puesto en el cuadro de honor de las preocupaciones nacionales, junto al paro y la recesión económica. Nuestros políticos son vistos hoy como una parte del problema de España, no como la solución. La crisis de los partidos –su divorcio con el principio de funcionamiento democrático que impone la Constitución- está en la raíz del agotamiento del régimen y son el gran obstáculo que se yergue a la hora de abordar esa reforma constitucional que cada día más ciudadanos reclaman como condición sine qua non para abordar un saneamiento global de nuestra democracia. Los partidos son los grandes enfermos de un sistema enfermo, necesitado de urgente cirugía si quiere adentrarse en el siglo XXI con posibilidades de procurar riqueza y empleo –bienestar- para todos sus hijos.



Dice Gilbert K. Chesterton en su Defensa de los pelmazos que para explicar el choque entre los intereses y emociones de esa pequeña elite [Juan Carlos I, Zapatero, Rajoy, Rubalcaba, Blanco y tal vez alguno más] donde se fabrican las políticas que luego procurarán el beneficio o la miseria de la mayoría, serían necesarias la pluma de Balzac para describir adecuadamente sus caracteres y la caridad ética de Spencer para definir sus planteamientos, aunque sólo un Shakespeare podría interpretar cabalmente sus emociones y sólo Dios juzgar sus almas. Entre las verdades –realidades- que nuestros políticos se niegan a proporcionarnos figuran cuestiones que en nuestro país se han considerado erróneamente en el ámbito de lo privado y que en algunas democracias avanzadas son de obligado cumplimiento en tanto en cuanto susceptibles de afectar a los gobernados. Me refiero a la situación de alguno de tales personajes, su verdadero estado de salud, su tránsito mental y/o psíquico, incluso su equilibrio moral. ¿Tenemos, por ejemplo, derecho a conocer el verdadero estado de salud de nuestro Rey o no estamos preparados para ello? ¿Cuál es el estado anímico y/o psíquico de Rodríguez Zapatero? ¿Controla la situación o es la situación quien le controla a él?



El ex ministro de Asuntos Exteriores británico David Owen, en su libro In Sickness and in Power. Illness in heads of government during last 100 years, afirma que es preciso animar a las democracias a promulgar leyes que hagan obligatoria la valoración médica independiente de todos los representantes políticos, en lugar de dejarlo al albur de la investigación periodística. Y cita algunos ejemplos: en 1945, Winston Churchill se habría reído de cualquier diagnóstico alarmista sobre su estado físico apareciendo en público con su grueso habano en los labios y una copa de brandy en la mano. Pero en 1953, una valoración independiente sobre su salud hubiera revelado el gravísimo ataque cardiaco que acababa de sufrir y que lo convertiría en una sombra de lo que había sido. Lord Moran, su médico personal, ¿se debía al interés del inquilino de Chartwell House o al mayor interés de la Gran Bretaña?



En 1996, el doctor Gubler, médico personal de François Miterrand, a quien hacía tiempo habían diagnosticado un cáncer de próstata, dijo que la revelación pública del verdadero estado de salud del presidente habría violado la confidencialidad médica, pero reconoció que se había visto atrapado entre dos códigos de honor, asumiendo que había firmado boletines médicos que no eran veraces. También ahora, el Dr. Laureano Molins, del Hospital Clinic de Barcelona, dijo en mayo pasado, ante decenas de periodistas, que “El Rey no tiene cáncer de pulmón”. Y hay quien sostiene que el sobrino de López-Rodó, ministro de Franco, dijo la verdad, pero no toda la verdad. El propio Monarca se encargó el martes, en la recepción ofrecida en el Palacio Real con motivo del 12 de octubre, de bromear al respecto y pedir que le dejaran en paz, pero las cámaras de televisión, que no mienten, mostraron durante el desfile militar a un hombre hinchado, muy grueso, que mantiene el equilibrio con dificultad y que produce la angustiosa impresión de ir a desplomarse de un momento a otro cuan largo es. La salud del Rey se ha convertido en motivo de cábala diaria en las cúpulas de los grandes partidos, preocupados por lo obvio: lo que menos necesita ahora un país cuyos problemas surgen a borbotones es tener que hacer frente a un relevo en la jefatura del Estado.



Relevo al frente de un gran banco español



De la próstata de un prominente banquero se habla también en privado desde agosto pasado. El personaje, que siempre ha hecho gala de una excelente forma física, ha sido sometido a radiación para acotar el problema y, aunque no es en absoluto grave –de hecho podrá vivir muchos años con el adecuado tratamiento- se habla ya de que el gran cambio podría producirse a mediados de 2011. Y será un relevo doble, una reedición del felipista “dos por el precio de uno” (en alusión a Alfonso Guerra), porque la heredera ya ha mostrado en privado sus cartas con absoluta rotundidad: “cuando me toque asumir la responsabilidad, lo haré con mi propio consejero delegado… Etapa nueva, partido nuevo y no herencias viejas”. Un relevo que marcará un hito en la historia de la gran banca española.



¿Cuál es la verdadera salud mental de nuestros gobernantes? ¿Sufren el síndrome de Hubris -desprecio por los consejos de sus asesores, exagerada confianza en sí mismos y alejamiento progresivo de la realidad- que padecieron Bush, Blair y Aznar?

Estado físico y trastornos emocionales. ¿Cuál es la verdadera salud mental de nuestros gobernantes? ¿Sufren el síndrome de Hubris -desprecio por los consejos de sus asesores, exagerada confianza en sí mismos y alejamiento progresivo de la realidad- que padecieron Bush, Blair y Aznar? Según el citado Owen, en su día fueron numerosas las conjeturas formuladas en torno a la posibilidad de que Bush padeciera el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), mal caracterizado por la incapacidad para mantener la atención/concentración de quien lo padece. Es, además, uno de los trastornos psiquiátricos que suele provocar el abuso de determinadas sustancias, tal que el alcohol. Según el New York Magazine del 5 de febrero de 2007, los psicoanalistas -diagnóstico que fue aceptado por la American Psychological Association (APA)- afirmaron que Bush poseía un síndrome psicológico-conductual muy complejo, un trastorno de personalidad narcisista. ¿Cuál es la “enfermedad” que aqueja a Zapatero? ¿Cómo es el estado mental de un hombre a quien, en plena calle y mientras discutía con Ruiz-Gallardón, se le vio superado por el cargo, avejentado hasta lo indecible? ¿Cómo explicar esas pulsiones que le llevan de estados de aparente euforia a situaciones depresivas casi sin solución de continuidad, y qué importancia tiene ese anímico equilibrio inestable en la gobernación de un país que ahora reclama toda la concentración, el temple y la sapiencia del mundo?



Dicen que Zapatero sigue muy afectado por la situación creada en torno a su hija mayor, Laura, a la que el presidente profesa una admiración ilimitada a cuenta de su izquierdismo y con la que ha establecido estrechos vínculos de complicidad al margen de Sonsoles Espinosa. Sabedora de su fuerza, la niña ha reiterado al padre su deseo de que deje la política y salga de Moncloa, un lugar que odia y ella misma ha abandonado, “porque ya le has dedicado a España ocho años de tu vida”, y el padre duda, ponderando la posibilidad de que la infanta vuelva al redil si cumple esa exigencia vecina al chantaje. La cuestión no pasaría de ser un conflicto familiar más entre los millones que se suceden a diario de no ser porque, aseguran fuentes muy bien informadas, ha sido esta disputa la que ha disparado las maniobras dentro del propio Gobierno por la sucesión, “porque si Zapatero tira la toalla, alguien tendrá que sucederle”, y de ese interrogante ha surgido frondosa la alianza estratégica entre un José Blanco que se haría cargo de la dirección del partido, y un Alfredo Pérez Rubalcaba, siempre el hombre mejor informado gracias a SITEL, como candidato a la presidencia del Gobierno.



Zapatero y el chalé en las afueras de León



De ahí, también, las primarias que acaban de celebrarse en Madrid, que no perseguían otra cosa que el control del PSM. No es la única operación en marcha. No contará el dúo con alfombra roja para hacerse con el poder si finalmente ZP decidiera refugiarse en el chalé que se está construyendo en las afueras de León. Es la enfermedad de un PSOE que en 2004 se dio de bruces con el Poder cuando menos lo esperaba y sin haber completado su travesía por el desierto de la oposición, algo que hubiera permitido madurar a un ZP entonces muy verde, falto de hervores varios. El cáncer que hoy amenaza al PSOE es, por eso, la recidiva de una dolencia vieja, la de un partido que, desnortado tras los episodios de Borrell, Almunia y demás compañeros mártires, no resolvió adecuadamente sus problemas internos y sobre el que hoy pende la amenaza de una debacle electoral que podría mantenerlo postrado en la oposición por muchos años. ¿Quién sucederá a ZP? Tras el previsible varapalo de las catalanas, será necesario esperar a unas autonómicas y municipales de mayo próximo en las que el PSOE podría sufrir un duro castigo. Si tal ocurriera, no será Zapatero y sus cuitas con Laura quienes tomen la decisión de viajar a León: serán los barones del partido quienes le despojen del cargo con violencia y en evitación de males aún mayores.



PSOE enfermo; sindicatos también enfermos, contaminados por años de compadreo con una Moncloa convertida en fábrica de producir parados, e instituciones igualmente dañadas

PSOE enfermo; sindicatos también enfermos, contaminados por años de compadreo con una Moncloa convertida en fábrica de producir parados, e instituciones igualmente dañadas –pitos a Zapatero; quema de retratos del Rey-, con el prestigio por los suelos, porque ellas mismas no se han hecho respetar. Y no hay milagro económico a la vista capaz de rescatar a España y a los españoles del castigo de años de estancamiento por delante. El PIB muestra encefalograma plano para el resto de la Legislatura (crecimiento del 0,5% en el mejor de los casos para 2011), con riesgo de que los mercados vuelvan a darnos otro susto (la banca española tiene 88.000 millones de euros de deuda portuguesa en sus balances). Estancamiento a palo seco, pues, con tasas de paro por encima del 20%. En este marco, la decisión de ZP de resistir hasta el final merced al apoyo puntual de un partido que no está interesado sino en la ruptura del actual marco constitucional es un ingrediente más del drama de un país que puede llegar a marzo de 2012 exhausto o, aún peor, exánime. Vale el verso que escribiera León Felipe: “No hay más que una causa: la del hombre. Y, por ahora, la de la miseria del hombre”.



Queda un PP asimismo dañado en la raíz, aunque la creciente cercanía al Poder sea capaz de poner sordina en los conflictos internos que le afligen. España necesita a Rajoy y Rajoy necesita como agua de mayo llegar al Poder para llamar al orden y poner firmes a unos cuantos. De momento sigue obligado a guardar silencio, transigir con la corrupción hasta que los jueces dicten sentencia y consentir los caprichos con que la vieja guardia ha decidido obsequiarse. El último procede de Asturias, donde Alvarez Cascos ha decidido “pedirse” la dirección regional del partido, en lo que no sería sino una reedición del virreinato de Fraga en Galicia. Los viejos capos de la derecha reclaman su ración de tarta. Lo cual abona la tesis de que, sin ese triunfo electoral en lontananza, el PP también se vería seriamente amenazado de confrontación. De momento, el mundo del dinero se ha convencido ya de la necesidad de un cambio de caballo a favor de un Rajoy campeón del sentido común y enemigo declarado de cualquier clase de locuras. Nadie, sin embargo, parece reparar en el hecho de que al líder del PP no le será suficiente con acertar en la gestión de la economía, porque el problema español rebasa con mucho la estricta dimensión del Producto Interior Bruto, con ser ella importante. Como decía Manuel Muela el viernes en este diario, “nos hallamos ante una situación de emergencia nacional necesitada de decisiones ambiciosas, sobre todo de carácter político e institucional”. España merece más y también puede más.

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