Podría ser, en pocas palabras, la conclusión, el resumen de lo que alcancen a dar de sí estas dos legislaturas de Rodríguez Zapatero. Se le podría haber ocurrido a cualquiera, porque tampoco es que sea un alarde de ingenio, pero lo realmente destacable de esta aseveración es que me la hacía en tono muy compungido, casi diría yo que deprimido, un viejo militante socialista, de los que se afiliaron subversivamente durante la dictadura y sufrió las consecuencias de ello –cárcel y persecución-, y que sin embargo había decidido romper su carné y darse de baja en la formación política a la que había dedicado su vida.
“Son dos cosas que no puedo aceptar”, me decía, “que por culpa de un gobierno de izquierdas hoy haya en nuestro país millones de personas sin trabajo, y que por culpa también de un gobierno de izquierdas nuestra democracia esté enferma y, por tanto, todos seamos un poco menos libres aunque muchas veces no nos demos cuenta… Mucho más pobres, bastante menos libres… Fíjate qué herencia va a dejar éste gobierno de izquierdas a las generaciones futuras, justo lo contrario de lo que se supone que ofrecemos a la sociedad: más libertad, mejor reparto de la riqueza”. No es que yo me crea que con el socialismo se puedan conseguir ambas cosas, más bien aseguro que todo lo contrario, pero comprendo la desilusión que siente un luchador romántico como este viejo conocido que tuvo que enfrentarse a las fauces de la dictadura y ahora ve como los ‘suyos’ se llevan por delante sus ilusiones y las ilusiones de millones de personas.
Pero lo cierto es que es así. Sólo de la lectura de lo que conocemos de los Presupuestos Generales del Estado para 2011, esos que se van a aprobar gracias al chantaje al que el PNV ha sometido al Gobierno, podemos concluir que, en efecto, nuestro nivel de pobreza empieza a ser ya muy preocupante. El poco dinero que nos queda tenemos que dedicarlo mayoritariamente a pagar los intereses de nuestras deudas y la factura del desempleo, que lejos de recortarse el año que viene se va a ver sustancialmente ampliada por nuevas oleadas de trabajadores en paro.
Descontado el gasto corriente de la Administración del Estado, el margen que queda para acometer algún tipo de iniciativa pública destinada a la inversión productiva es tan estrecho que resulta casi imperceptible. Y eso contando con una previsión al alza de los ingresos tributarios, lo que me hace temer que la situación aventura ser mucho peor, a tenor de las expectativas de caída del consumo y la inversión en los meses venideros. Y, tal y como reconoció la propia vicepresidenta Salgado el viernes, el Gobierno no tiene un Plan B. Tuvo un Plan E, pero fue un fracaso que ahora nos está costando un dineral. Es decir, que si esto se tuerce, no nos salva ni Santa Rita, patrona de los imposibles. Y se va a torcer.
Eso sí, pasado el 29-S, Gobierno y sindicatos ya copulan de nuevo, a ver si de ésta paren algo con lo que darnos una vuelta de tuerca más a los españolitos de a pie. Porque esto es lo único que le interesa a este Gobierno y a Rodríguez, seguir haciendo gestos hacia el electorado más a la izquierda, aunque luego el presidente se fotografíe con los tiburones de Wall Street. Y lo que no puede hacer por la vía económica porque Europa le ha parado los pies, lo va a intentar por otras vías, buscando enemigos donde no los hay, removiendo de nuevo las aguas turbulentas de los enfrentamientos y poniendo a su servicio las instituciones del Estado. Eso nos resta libertad, sin duda alguna, en la medida que estamos menos protegidos y la condición garantista del Estado de Derecho ha desaparecido sepultada bajo los escombros del edificio constitucional derribado por Rodríguez.
Situación límite
Lo que pasó el día de la huelga general es la demostración sin duda alguna palpable de que el Estado se ha retirado a sus cuarteles de invierno y ha dejado a los ciudadanos a la intemperie, amenazados por vándalos que igual siembran el terror en las calles de Barcelona, que impiden el libre acceso al trabajo de ciudadanos corrientes, o que simplemente se manifiestan de un modo sectario, amenazante y prepotente contra todos aquellos que discrepen del Pensamiento Único.
Si, ya se que a algunos les cansa leerme eso, pero yo no me voy a cansar de denunciarlo. Verán, esto sólo tiene una salida inmediata, que es la convocatoria de elecciones generales. Rodríguez nos ha llevado a una situación límite. El país corre un riesgo serio de volver a sufrir los envites de los mercados que ya estuvieron a punto de hundirnos definitivamente el pasado mes de mayo, pero la perspectiva, lejos de haber mejorado, sigue siendo igual de mala de cara a los próximos meses en los que España tiene que seguir afrontando vencimientos de deuda y nuevas refinanciaciones a precios desorbitados porque nuestra prima de riesgo, lejos de bajar, se encarece.
Rodríguez carece de credibilidad, dentro y fuera de nuestro país, y eso hace imposible que las expectativas mejoren. Nadie se cree su aparente ‘conversión’ a la ortodoxia económica, y a estas alturas sólo un cambio de Gobierno tendría la virtud de introducir elementos de esperanza en nuestra maltrecha economía y, sobre todo, en el maltrecho estado de ánimo del país. Exigir esa convocatoria de elecciones anticipadas es una obligación casi moral si de verdad queremos superar este trance y mirar al futuro con algo de optimismo.
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