Emilio Botín no lo ve muy claro. El presidente del primer banco del país participó ayer en las jornadas celebradas por el Instituto de Empresa Familiar (IEF) en Santander, desde donde apremió al Gobierno, entre otros asuntos, a acometer la reforma del sistema de pensiones. ¨Creo esencial abordar este tema, tanto para asegurar su viabilidad a largo plazo, como para enviar una señal clara e inequívoca a los mercados internacionales de nuestro compromiso con la sostenibilidad de las finanzas públicas¨. Una llamada de atención en toda regla que, sin embargo, suavizó al reconocer el efecto positivo de las medidas puestas en marcha por el ejecutivo para la normalizar la situación a raíz de la crisis de deuda soberana.
De manera continuada, el presidente del Banco Santander acumula manifestaciones públicas durante las últimas semanas en las que deja entrever, de manera más o menos directa, su distanciamiento con el discurso oficial del Gobierno, con el que ha estado alineado desde el primer mandato de Jose Luis Rodríguez Zapatero. La semana pasada, sin ir más lejos, el banquero cántabro sorprendió con unas palabras de elogio para el ex vicepresidente económico del PP y ahora presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, al que calificó como “el mejor ministro de la democracia”. Un guiño que más de un analista ha interpretado ya como una toma de posiciones hacia lo que puede ser un futuro gobierno popular.
Como otros grandes empresarios, Botín articula su discurso en base a la defensa de sus propios intereses. Ocurrió ya cuando a mediados de los 90, bajo el poder aún del felipismo, dijo que el programa económico del PP le gustaba «mucho, mucho», para satisfacción del aspirante José María Aznar. Una década más tarde, el banquero no tuvo reparos en dejarse ver en algún evento organizado por un inexperto Zapatero sin aparentes opciones a ocupar La Moncloa, un gesto que fue apreciado gratamente desde las filas socialistas. Ahora, con solo un año y medio de legislatura por delante, los hechos dan la impresión de que “están cambiando el registro”, concluye un experto en comunicación política.
Tampoco ayer Emilio Botín renunció, a la entrada del centro de convenciones al que asistió en Santander, a fotografiarse junto a Mariano Rajoy. Como si fuera un fetiche, desde el Partido Popular valoran la importancia que puede transmitir esa imagen, pero más aún el propio banquero, al que se atribuye la virtud de saber cambiar por el caballo del candidato ganador cuando huele a fin de ciclo. Un gesto, simbólico, que reforzó con unas palabras muy en la línea de la corriente de opinión pública crítica, pues aludió a la posibilidad de haber profundizado en la reforma laboral y en cuestionar las ineficiencias que plantea el actual estado de las autonomías, además de criticar el ritmo de saneamiento de las cajas de ahorro.
Mientras Emilio Botín mantiene un discurso crítico y a la vez comprensivo, contemporizador, como exige su condición de presidente, su hombre de confianza en el banco, el consejero delegado Alfredo Sáenz, resulta mucho más explícito a la hora de retratar el papel del Ejecutivo, aunque siempre a puerta cerrada. En un discreto encuentro mantenido con periodistas en el pasado Gran Premio de Monza, en Italia, el número dos del Santander reconoció su pesimismo para el próximo 2011. Otro año en blanco, pero no solo para la banca, sino para el contexto macro en general, rectificando abiertamente el diagnóstico para España que el Gobierno tiene sobre la crisis económica.
Cambio de tercio
La primera vez que Emilio Botín fue consciente de la necesidad de pronunciarse sobre la actuación del Gobierno en la crisis fue con motivo de la crisis de esta primavera. El financiero, junto a César Alierta, presidente de Telefónica, respectivamente, responsables de las dos mayores empresas privadas españolas, presionaron de forma conjunta al presidente del Gobierno y al líder de la oposición, Mariano Rajoy, para que llegaran a un acuerdo entre las dos grandes fuerzas políticas del país en torno a un paquete de medidas de ajuste del déficit, con el fin de llevar la tranquilidad a los mercados y evitar el contagio griego que durante finales de abril y comienzos de mayo amenazó a España con la bancarrota.
Desde ese momento, Botín ha cambiado paulatinamente el paso, aunque esto no haya implicado un posicionamiento manifiesto a favor del líder de la oposición. “Por no posicionarse, ni siquiera lo ha hecho con ninguno de los aspirantes a la presidencia de la patronal CEOE”, explican fuentes del sector financiero. “Lógicamente, procura no parecer duro”, responden desde otra entidad financiera. “Si ha transmitido una imagen seguidista del Gobierno ha sido más por omisión que por actuación. De hecho, en las dos últimas juntas de accionistas, algunas de las intervenciones recogieron observaciones de los asistentes reprochando la falta de posiciones críticas respecto a la política económica del Gobierno”.
Pero hay hechos que demuestran la relación de sintonía que ha existido entre el presidente Zapatero y el primer banco del país. Cuando la manifestación de la crisis comenzada a ser una evidencia, Zapatero asistió a la sede del Banco Santander en Boadilla del Monte. Era septiembre de 2007. El presidente del Gobierno despachó mano a mano con Emilio Botín en una visita de cortesía que le sirvió para afirmar, desde la sala de mandos de la entidad, que el país estaba preparado para “hacer frente a las turbulencias de los mercados y de la economía”. Un discurso político que adornó con palabras de elogio para el cántabro, de cuya casa dijo que representa “el grado de modernidad de la sociedad española”.
Esta buena sintonía personal, mucho más profunda que la que el banquero llegó a establecer con Aznar, ha durado hasta los mismos inicios de 2010. Por esas fechas, el presidente del Gobierno alabó al Banco Santander durante su intervención en el Foro Económico de Davos, en Suiza. El líder socialista destacó la fortaleza del sector bancario nacional y, en especial, la de la entidad presidida por Emilio Botín, “que ha sido llamado por el sistema británico para ayudarles a salir de la crisis”. A cambio, el propio financiero se encargaba de elogiar las medidas que había tomado el Ejecutivo hasta ese momento, cuando anunció un recorte drástico del déficit. Ahora, sin embargo, es momento de críticas con talante.
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