Lamentablemente, también los españoles, y España como nación, llegan en una circunstancia pésima, y sin perspectiva de mejora a medio plazo. Ni siquiera el espíritu de equipo con que se ha celebrado el triunfo de la Rojigualda en el Mundial logra desactivar la conciencia de que, gracias a la gestión de Zapatero, España transita de la crisis al desastre.
Ciertamente, cara al debate, el bochornoso espectáculo de Zapatero al aprovechar políticamente, con el peor populismo, la victoria en el Mundial, no le ha de conseguir una comparecencia más llevadera. Hace ya mucho tiempo que predomina en la opinión pública la percepción de que la única salida viable para España es la marcha de Zapatero. En este sentido, Zapatero ha de quedar retratado en el descrédito de su modelo político y en una soledad parlamentaria sin precedentes. El presidente ya no tiene margen para recurrir a los globos sonda con que, en anteriores debates, quiso descentrar a los españoles, del cheque-bebé a la burla de la economía sostenible. Además, por primera vez, Zapatero va a tener en contra a sus antiguos amigos nacionalistas, como ya tiene en contra al PSC, en rebeldía institucional a causa del Estatuto.
Será clave, por tanto, la intervención de Rajoy, tanto para mostrarse como alternativa preparada para el Gobierno, como para transmitir confianza a un país que necesita de un liderazgo responsable y sólido. Asimismo, Rajoy puede y debe emplearse con claridad y contundencia al repasar el historial de agravios de este Gobierno a la nación. Comenzando por el papel de España en el mundo, Rajoy puede incidir en la crisis de confianza que, como se ha visto en la prensa mundial, ha logrado Zapatero para la economía española, y asimismo en la deplorable gestión de su semestre en la UE. Y, precisamente en lo que respecta a la economía, a Rajoy le sobran argumentos: en sólo dos años de legislatura se ha doblado la tasa de desempleo, con más de cuatro millones y medio de parados, en torno al 20% de la población activa. Se han destruido cerca de dos millones de empleos, han cerrado doscientas mil empresas y se han dado de baja trescientos mil autónomos. En nuestras cuentas públicas, hemos pasado del superávit al déficit propio de quien gasta el doble de lo que ingresa. El consumo va a la baja, y seguirá más a la baja con la reciente e indiscriminada subida del IVA, disminuyendo nuestra calidad de vida. En 2010 dejaremos de ser la octava potencia económica del mundo y seremos la única potencia todavía en recesión. Nuestra renta per cápita vuelve a estar por debajo de la media de la UE. Súmense a eso las crisis bursátiles y el bandazo de Zapatero al aplicar el plan de recortes más inicuo de nuestra historia tras la presión de los líderes internacionales al respecto.
Si en lo económico Zapatero es un desastre, en lo social ha sido un auténtico cáncer. Sólo este año se ha aprobado la peor ley del aborto imaginable, se ha polarizado la cultura con el cainismo tradicional de las izquierdas, y se ha perdido la mejor ocasión –por sectarismo– para rectificar la lacra de nuestro sistema educativo, siguiendo adelante con la perversión moral de la educación para la ciudadanía. Zapatero, sin duda, tiene como único objetivo salir vivo del debate. Pero, por los motivos enumerados, y otros muchos que quedan en el tintero, su Gobierno hace mucho ya que ha muerto en su propia ineficacia.
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