lunes, 3 de enero de 2011

Robar a los Abuelos

Un día me llegó a la notaría un abuelito acongojado porque lo iban a echar del asilo si no hacía testamento...



¿A favor de quién?

De la directora del asilo, que lo había acompañado y estaba esperándole...



¡Qué solos dejamos a nuestros mayores!

No lo sabe usted bien. En Aequitas trabajamos muchísimo para ayudarles, porque muchos están totalmente desasistidos. Aquel anciano se empeñó en hacer testamento pese a todo, porque estaba aterrorizado por la perspectiva de quedarse en la calle.



¿Tenía patrimonio?

Cuatro duros y una casita en su pueblo.



¡Qué dilema para usted!

Lo resolví con un subterfugio legal.



Legítimo, pues era en pro del débil.

Redacté un testamento en el que, efectivamente, hacíamos heredera a la directora, pero inmediatamente después, otra última voluntad que invalidaba la anterior.



¡Bien hecho!

A veces con un truquito como ese es suficiente para impedir un abuso. Pero, en otra ocasión, tuvimos que lograr una reforma del Código Civil que ya no pudo evitar una injusticia, pero sí prevenir otras. Cuéntenos. Un matrimonio tuvo un accidente a resultas del cual la esposa quedó en coma.



Accidentes así suceden cada día.

Cuando el marido se recuperó, siguió visitando a su esposa... Pero por poco tiempo.



¿Y acabó heredando?

Ese es el asunto. Que de la señora inconsciente sólo se hizo cargo su hermana, quien la cuidó, la alimentó y la vio morir sin esperar nada a cambio. Mientras, el marido la dio por muerta en vida; dejó de verla e inició otra relación.



¿Pero aun así heredó?

Sí, era el heredero instituido, y no pudimos hacer nada para evitarlo.



A veces la ley es un poco miope...

Por eso, para evitar injusticias similares, instamos una reforma del artículo 756 del Código Civil para que en caso de “conducta socialmente reprobable”...



La de ese marido lo fue sin duda.

... se considere “indigno” al heredero y, por tanto, se le pueda privar de la herencia.



Justo y necesario.

Los ancianos son especialmente vulnerables al abuso legal. Vino a la notaría un señor –más cerca de los 70 que de los 60– que insistía en casarse por poderes con una jovencita colombiana de la que estaba locamente enamorado tras unos meses de relación “por internet”.



¡Qué peligro!

Lo convencí de que se dieran más tiempo; que antes la viera en persona, pero él insistía y vino a la notaría...¡Cinco veces!



En la red todo va tan deprisa...

Al final, el hombre me dijo que “la necesidad es la necesidad” y que no podía esperar más para traerse a la chica.



Esas necesidades las carga el diablo.

Así que hicimos los poderes y se casó a distancia, con lo que la colombiana pudo conseguir sus papeles y venirse a España.



¿Y comieron perdices?

No es difícil adivinar que un año después aquel señor volvió a venir a la notaría para tratar de deshacer el matrimonio con un compungido: “¡Cuánta razón tenía usted!”.



Lo que no mata enseña.

En otra ocasión intervinimos porque un anciano con afasia y otras deficiencias fue acompañado hasta la notaría por una señora de origen oriental que llevaba casada tres meses con él e insistía sospechosamente en que extendiéramos un documento en el que el anciano se comprometiera a traer a España los hijos de ella y hacerse cargo de ellos.



Veo que hacen una gran labor.

Cuando estudiaba, sacaba matrículas, pero también descubrí que, si sólo te dedicas a empollar, no tiene ningún mérito sacar buenas notas. Es mucho más gratificante compartir lo que aprendes.



Y usted pudo con la oposición.

Pero donde crecí de verdad fue antes, en un internado inglés que me abrió los ojos al mundo a los 14 años: allí conocí gente de todo el planeta y me di cuenta de que si no trasciendes tu cultura, tu país, tu familia y amigos, vives la mitad, pero es que, además en la distancia, aprendí a apreciarlos.



¿Sacó las opos a la primera?

A la segunda. Tuve suerte: en tres años pude dominar los 400 temas, cuando la media es de entre siete y nueve.



¿Cada año hay más opositores?

Menos. Me temo que quienes suben viven hoy en la cultura de lo fácil y lo inmediato. Y la oposición no es ni fácil ni rápida.



Prefiero creer que este país hoy ofrece mejores oportunidades a los mejores.

Yo creo que la perspectiva de cinco o seis años encerrado estudiando es disuasoria.



¿Cuál fue su primera plaza?

Pasé seis años en Molina de Aragón: medijeron que, en vez de coche, me comprara un quitanieves: el primer invierno llegamos a estar a 25 bajo cero. Y me saqué el carnet.



Tras la oposición, sería un paseo.

Pues no, suspendí... ¡la teórica! Cometí doce fallos en el test.



Supongo que por empacho opositor.

Después quise venirme a Barcelona. Mi abuela era de Sant Joan de les Abadesses.



Pues bienvenida a casa.

Es una ciudad que no deja tiempo libre, pero para Aequitas lo encontramos.

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