El nefasto 2010 ha llegado a su final, pero las secuelas de este desastre que pone punto final a siete años de desvarío e incompetencia del presidente Zapatero y sus gobiernos del PSOE se dejarán sentir a lo largo de 2011 que ahora comienza bajo el síndrome no solo del final del “zapaterismo” sino también del régimen de la transición. El que ha dejado a la intemperie y en la peor evidencia las grandes carencias democráticas del modelo político y partitocrático español, nuestras viejas estructuras económicas y sociales, y finalmente el propio modelo de Estado, duramente zarandeado por las temerarias e insolidarias aventuras confederales –”la España plural”- de Zapatero y del Partido Socialista, como se vio en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el estatuto catalán donde se restableció en contra de Zapatero y del PSOE la primacía incontestable de España como la única nación del Estado.
Y a no olvidar otros demenciales disparates del “zapaterismo” y del PSOE como lo fueron la negociación “política” con ETA, fracasada a finales de 2006 –que algunos pretenden reanudar a cambio de una supuesta tregua indefinida de la banda-, o la demencial reapertura del debate de la Guerra Civil española, setenta años después de la tremenda contienda fratricida.
Por supuesto, la auto destrucción política y electoral del PSOE, cuyas siglas de Partido Socialista Obrero Español no se corresponden en nada con su penosa realidad, visto el giro a la derecha que les ha impuesto la crisis de las finanzas y la economía por la incompetencia de Zapatero a la hora de reconocer la gravedad de la situación y su tardanza en la respuesta. Lo que ha provocado la ruptura de las relaciones del PSOE con su base social, a la vez que ha pretendido la ruptura de la solidaridad interregional por causa del estatuto catalán, desdiciendo su pretendido progresismo. El mismo que ha quedado en la peor evidencia tras las revelaciones de Wikileaks sobre la política exterior española, y aquí incluidas las relaciones con Marruecos. Y a no perder de vista el broche del “estado de alarma” que adorna estos días de la Navidad.
No existe en la historia de España –ni puede que lo haya nunca más- un presidente más tonto –políticamente hablando-, ni más temerario e incapaz que José Luís Rodríguez Zapatero. Su calificación de la nación española como “discutida y discutible” lo explica todo, y el tiempo y las esperadas citas electorales que se aproximan así lo certificarán con una gran derrota del PSOE, similar a la que acaban de sufrir en el territorio catalán, donde el PSC-PSOE está en vías de ruptura o de disolución. Puede, incluso, que este presidente no termine su mandato en la Moncloa si en el PSOE queda algún instinto de supervivencia política porque de lo contrario Zapatero arrastrará a todo su partido a un suicidio colectivo que se iniciará en las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de mayo.
La alternativa a este tiempo convulso, que todavía nos llevará al nivel de los cinco millones de parados mientras sobrevuela sobre nuestras cabezas el ataque final de los mercados y el obligado rescate financiero de España por los fondos de la Unión Europea, no es otra que el Partido Popular con sus luces y sus sombras y con la obligación no solo de lograr un gran pacto nacional –con lo que quede del PSOE españolista- para hacer frente a la crisis, sino de propiciar la gran reforma democrática y electoral que ahora necesita este país. Poniendo por delante y a la vez la cohesión nacional y la recuperación del orgullo nacional –que en el 2010 solo salvó la Selección de fútbol campeona del mundial-, y de nuestras señas de identidad. A ver si entre unas cosas y las otras la deteriorada imagen de España en el mundo se empieza a recuperar.
Tiene razón Rajoy cuando a los cantores y publicistas socialistas que no han parado de entonar el miserere de “el PP no arrima el hombro para salir de la crisis”, el presidente “popular” responde con un sonoro silencio o con un no. ¿Cómo va a apoyar el Partido Popular o cualquier partido español a un presidente que niega la nación española, que negocia políticamente con ETA, se arrodilla ante Marruecos y dice que la crisis económica no existe? Eso hubiera sido una temeridad y puede que un suicidio político por parte de Rajoy. Otra cosa es que el PP debía de haber presentado una moción de censura a Zapatero, un plan de choque contra la crisis y a la vez expuesto sus condiciones de cómo y con quién llevarlo a cabo en vez de sentarse a esperar el paso del cortejo fúnebre del PSOE, que ya está al llegar.
Pero el partido socialista no quiso ni estaba en las mejores condiciones de pasar por encima de Zapatero y lo más que ha conseguido es apartarlo del Gobierno a favor de Rubalcaba, que tampoco es el interlocutor ideal para un pacto nacional con el PP porque su trayectoria y su agresividad lo hacen cómplice del “zapaterismo” y porque además, y él lo sabe, no es de fiar.
De manera que vamos a ver quién y cómo se conjuran los peligros que nos acechan a las puertas de 2011, donde se anuncian nuevas revueltas sociales y sindicales por la reforma de las pensiones y convenios laborales. Todo un envite donde los grandes sindicatos, CC.OO. y UGT, ajenos a los tiempos difíciles que nos acompañan, pueden acabar subidos al mismo tobogán en el que viaja el PSOE camino de su autodestrucción. Y ello por más razones que les asistan a unos y otros sobre la autoría y responsabilidad de la crisis, que ya sabemos tiene su origen en los abusos y corrupciones de Wall Street, los paraísos fiscales y los mercados especulativos de los capitales. Pero las reglas del juego de la economía mundial son las que son y nada se puede hacer salvo asumir la crisis y tomar medidas urgentes antes de que sea demasiado tarde y de que se haga imposible alcanzar una solución, por tardía y dolorosa que sea. Aunque es verdad que Zapatero ha escogido para su ajuste fiscal a los sectores más débiles de la sociedad –los funcionarios, los jubilados, los parados, etc-, porque sabe que el gasto superfluo y a la vez demencial radica en el fastuoso e innecesario sistema autonómico al que nadie se atreve a poner en entredicho y a reformar y reducir al máximo en beneficio de la nación española y de la solidaridad nacional.
Pero la solución a la crisis no se soluciona con la sola alternancia política en el Gobierno de la nación. Hace falta mucho más y un punto de arranque y de partida indiscutible como es la cohesión y la unidad nacional. Y ese es el puntal sobre el que ha de reconstruirse el edificio español. De la misma manera que se ha de comenzar a escuchar discursos políticos sobre la más que necesaria reforma democrática de la Constitución. La que ponga fin a la impostura representativa de la partitocracia, y a la inexistente separación de los poderes del Estado, y a la injusta y tramposa Ley electoral, sin perder de vista la gigantesca cama redonda donde retozan los poderes fácticos y los políticos en una obscena promiscuidad como la que exhiben los créditos fallidos y nunca pagados a los bancos –que lo consienten- por parte de los partidos políticos sin que nadie, ni Parlamento, ni Jueces, ni Gobierno, ni Prensa, ni los accionistas de los bancos –que son los paganos-, pongan el grito en el cielo. Máxime cuando los ciudadanos de a pie, pillados en unas modestas hipotecas, están perdiendo sus casas, su trabajo y su dignidad.
Y este es solo un ejemplo flagrante del deterioro español y del necesario fin de la transición para la instauración de la Democracia de verdad. Siempre se ha dicho que las cosas se tienen que poner muy mal para que se puedan arreglar. Pues bien en España hemos tocado el techo de lo peor y vamos a ver cómo, cuándo y de la mano de quién empezamos a recuperar el trabajo, la economía, la vida democrática y el orgullo de esta nación. Desde luego no se puede perder más tiempo y 2011 es por todo ello un año crucial.
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