domingo, 14 de noviembre de 2010

José Antonio Marina: La educación del talento

José Antonio Marina

"Nuestra esencia humana pende del hilo educativo"



Acaba de publicar 'La educación del talento'



José Antonio Marina, como buen filósofo, no comulga acríticamente con los tópicos. Les busca la vueltas y testa cuánto tienen de verdad subyacente y cuánto de bulo cimentado por el conformismo. En su último libro, La educación del talento (Ariel), pone en solfa el cliché de que el talento es una cualidad innata. Para él puede ser aprendido en gran medida. Todo depende de que la educación recibida sea certera o no. A lo largo de sus páginas, complementadas con remisiones a contenidos digitales, ofrece la argumentación necesaria para dar credibilidad a esta tesis. El volumen es, además, la primera entrega de la colección de la Universidad de Padres, institución fundada por él mismo y en la que viene volcando su labor intelectual en los últimos años.

Pregunta.- Piensa que el talento no es un don sino un hábito. A muchos les puede chocar esta afirmación. ¿Cómo la fundaría?
Respuesta.- Defino el talento como la inteligencia triunfante. Es decir, la que sabe elegir sus metas y alcanzarlas. No estoy hablando de genialidades ni de desmesuras. No todo el mundo puede ser Miguel Angel ni Rafa Nadal. La inteligencia se parece al juego del póker. En la vida y en el juego se nos reparten cartas que no podemos elegir. Cartas genéticas y sociales en la vida, naipes en el juego. En ambos casos, hay cartas buenas y malas, y en ambos casos es mejor tener cartas buenas que malas. Pelo lo importante es que en ninguna de las dos situaciones gana siempre el que tiene las mejores cartas, sino el que juega mejor. Educar el talento es enseñar a jugar de la mejor manera posible con las cartas que se tiene. Eso han tenido que aprenderlo también los genios. Sólo en los últimos años se ha pensado que no había necesidad de aprender para ser grandes artistas, por ejemplo, y eso no ha sido una buena elección. Nuestras salas de exposiciones se han llenado de bobadas aplaudidas por bobos.

P.- ¿En qué porcentajes diría que se distribuye la cantidad de talento que puede ser aprendido y la que es innata?
R.- La inteligencia es una capacidad extraordinaria, fascinante y misteriosa. Desde mi primer libro me ha interesado estudiar cómo surgen las buenas ocurrencias. Hay, en efecto, unos condicionamientos genéticos que, según todos los estudios que tenemos, no explican más que el 50% de la variación entre los individuos. El otro 50% depende de la educación. Y en este momento -y espero haber colaborado a ello de alguna manera- empezamos a saber cuáles son los mecanismos neuronales de la creación. Mi único interés es transferir a la educación lo que la ciencia actual nos está enseñando.

P.- ¿Cuándo y por qué comprobó que era necesaria la creación de una Universidad de Padres?
R.- Fueron los padres -preocupados hasta la obsesión por la educación de sus hijos- quienes me lo dijeron. Y el éxito que está teniendo la Universidad de Padres me indica que satisface una necesidad ampliamente sentida. Estoy muy orgulloso.

P.- Advierte que la Universidad de Padres es su “proyecto vital”, en el que se está volcando todos sus esfuerzos. ¿Qué balance haría de su andadura hasta ahora?
R.- Al hablar de mi proyecto vital me estoy refiriendo a la educación. La Universidad de Padres es sólo una iniciativa concreta. Al hablar de educación no me estoy refiriendo a la escuela, o a los procesos de aprendizaje, sino a algo que tiene más calado filosófico. Creo que debemos definir la especie humana como la especie que educa a sus crías. Esa es nuestra última definición. Nuestros niños nacen con un cerebro que surgió en el pleistoceno. Diez años después, es un cerebro moderno, porque en ese lapso ha asimilado lo que la humanidad tardó en inventar doscientos mil años: el lenguaje, la regulación de las emociones, las formas de relacionarse, la racionalidad, la libertad. En una palabra, la cultura. De la educación depende la definición de humanidad. Si la educación se encanalla, la humanidad se encanalla. No estoy hablando, pues, de pedagogía sino de metafísica. Nuestra esencia está pendiente de un hilo…del hilo educativo.

P.- ¿En qué estado se encuentra a su juicio el sistema educativo español? ¿También piensa que cada año (y tras cada ley) vamos a peor?
R.- Tenemos la mejor escuela que hemos tenido nunca. Pero no es suficientemente buena para la sociedad en que vivimos, que es compleja, desengañada, competitiva, global y acelerada. En una sociedad del conocimiento, sobrevivirán las naciones que tengan una buena escuela. Las demás serán meras suministradoras de mano de obra barata. Le pondré un ejemplo: la fundación Repsol acaba de encargarme un programa educativo para estimular la creatividad tecnológica de los jóvenes. Victor Pérez Díaz acaba de publicar un estudio, patrocinado por COTEC, que revela que nuestra cultura y nuestra educación bloquea la innovación. Estos son temas educativos de los que depende nuestro nivel de vida futuro.

P.- ¿A quién encuentra más perdidos a la hora de afrontar sus responsabilidades educativas: a los padres o a los docentes?
R.- En principio, la sociedad entera. Lo más interesante que he oído sobre educación es un proverbio africano que dice: Para educar a un niño, hace falta la tribu entera. De ahí saco un corolario: Para educar BIEN a un niño, hace falta una BUENA tribu.

P.- De verdad piensa que todos sus libros anteriores son trabajos preparatorios de los que va a publicar en la colección 'Biblioteca UP'. ¿En qué sentido?
R.- Sí, porque han tratado de los mecanismos de la inteligencia, y de sus distintas creaciones: el arte, la religión, la política, los sentimientos. Creo que la gran creación de la inteligencia es un gigantesco proyecto de dignificación de la especie. Nietzsche decía que somos “una especie aún no definida”. Tenía razón. Estamos aún buscando nuestro camino, por eso damos bandazos espantosos, como demuestra el siglo XX, el más brillante y el más feroz de la historia. Nacemos en una cultura, y esa cultura nos eleva o nos deprime. La educación tiene como primer objetivo crear sociedades inteligentes, culturas nobles, brillantes, que amplíen nuestras posibilidades. Sin esta finalidad, todas las artes se convierten en artes decorativas. Bonitas, pero intrascendentes. Durante años he afirmado en EL CULTURAL que la cultura cinco estrellas no es la cultura más importante, aunque sea la más espectacular. George Steiner se ha quejado amargamente de la gran paradoja: "La cultura cinco estrellas no hace mejores a las personas ni a las sociedades". Esto sí que es un escándalo y un problema.

P.- La educación del talento es la primera entrega de la colección. ¿Cuáles serán las próximas? ¿Qué temas abordará?
R.- El siguiente va a tratar del cerebro infantil. La neurociencia ha avanzado prodigiosamente en los dos últimos decenios. Hemos sabido aprovechar sus conocimientos en la clínica, pero no en la vida diaria, sobre todo en la educación. Mi intención es convertir la educación en la ciencia de vanguardia, puesto que es la vanguardia de la humanidad... El siguiente libro será sobre un tema que desconcierta a todo el mundo: la sexualidad infantil y su evolución.

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