país en la mochila
Luis del Pino*
Imaginen el siguiente escenario: la Policía efectúa un registro en la casa de un presunto narcotraficante y no halla ningún alijo de droga, pero detiene al dueño de la casa y se incauta de todo lo que encuentra allí. Al día siguiente, la Policía dice que, entre las pertenencias que se han llevado a comisaría, ha aparecido «por sorpresa» una maleta llena de cocaína. Y basándose en esa prueba, procede a acusar de narcotráfico a esa persona a la que detuvo.
¿Ustedes qué creen que pasaría? Pues que ningún juez aceptaría semejante 'prueba'. Si esa maleta llena de cocaína apareció 'por sorpresa' en la comisaría y no está reflejada en las actas de registro, es inevitable preguntarse: ¿se trata de una prueba colocada? E, independientemente de la contestación que cada uno de a esa pregunta, lo cierto es que no existe manera de demostrar que esa maleta pertenece al detenido, por lo que esa prueba sería anulada en cualquier juicio, ¿verdad?
Bueno, pues en el 11-M pasó eso, exactamente, con la prueba fundamental del caso, la famosa mochila de Vallecas: que no apareció en los escenarios del crimen, sino que fue encontrada 'por sorpresa' en una comisaría de Policía 18 horas después de la masacre. A pesar de lo cual, esa prueba fue admitida tanto por el juez instructor como por el tribunal.
Tras el atentado, lo normal habría sido que la Policía recogiera muestras en los focos de explosión, que levantara acta de las muestras recogidas, que realizara análisis de las mismas y que, con toda esa información, hubiera determinado cómo estaban fabricados los artefactos. Sin embargo, lo que se hizo es algo bien distinto:las muestras recogidas y las actas de inspección desaparecieron (no se llegaron a adjuntar al sumario), a la Policía Científica no se le enviaron las muestras para su análisis y los propios escenarios del crimen(los vagones de tren atacados) fueron desguazados en un tiempo récord.
En paralelo a esa labor de destrucción de las pruebas reales del caso, de repente apareció 'por sorpresa' en una comisaría de policía de Vallecas una bolsa-bomba con un artefacto explosivo, 18 horas después de la masacre. Y lo que nos dijeron es que esa mochila procedía de los trenes. Y a partir de las evidencias que contenía, se empezó a detener a 'sospechosos' y se construyó toda la versión oficial, culpando a unos supuestos islamistas.
Ni durante la instrucción del sumario, ni durante el juicio, pudo aportarse ni una sola prueba fehaciente de que aquella mochila de Vallecas procediera de los trenes. Nadie vio esa mochila en las estaciones de tren, nadie la vio en el trayecto desde las estaciones hasta comisaría. Esa mochila de Vallecas ni siquiera aparece, lo cual ya es el colmo, en el acta de inspección realizada en la propia comisaría. La mochila de Vallecas apareció por arte de magia.
No acaban ahí los despropósitos. La mochila de Vallecas incorporaba 10 kilos de explosivo Goma 2 Eco, medio kilo de clavos y tornillos como metralla, un detonador, un teléfono móvil como iniciador y (dentro del mismo) una tarjeta telefónica.
Pues bien, una radiografía de esa mochila de Vallecas efectuada por los Tedax y adjunta al sumario demuestra que los cables de esa supuesta bomba no estaban conectados. Es decir, se trataba de un artefacto preparado para no estallar. No tiene ningún sentido que un terrorista deje sin conectar los cables, pero sí que tiene sentido que los deje sin conectar (para no correr riesgos) alguien que esté montando una simple prueba falsa.
Es más, las pruebas de laboratorio realizadas con un teléfono móvil como el de la mochila de Vallecas permitieron demostrar que ese teléfono no daba ni la mitad de la corriente eléctrica necesaria para garantizar la explosión del tipo de detonador concreto utilizado: de nuevo, ningún terrorista habría jamás usado semejante montaje eléctrico.
Pero la prueba definitiva de que esa supuesta bomba es una prueba colocada (y de que no guarda ninguna relación con las bombas de los trenes) es la metralla: ese medio kilo de clavos y tornillos que la mochila de Vallecas contenía. Si las bombas hubieran tenido metralla, forzosamente tendría que haber aparecido metralla de origen terrorista en los cuerpos de las víctimas mortales y los heridos del 11-M. Sin embargo, en los cuerpos de las 191 víctimas mortales no apareció ningún clavo, tuerca o tornillo de origen terrorista, tal como declaró públicamente la forense encargada de la coordinación de las autopsias, Carmen Baladía.
Por tanto, es físicamente imposible que los artefactos que estallaron en los trenes fueran similares a esa bolsa-bomba encontrada en una comisaría 18 horas después del atentado. Esa famosa mochila de Vallecas es una prueba colocada.
¿Cómo es posible que esa prueba no fuera anulada desde el principio? Pues habría que preguntárselo al juez instructor, Juan del Olmo, y al tribunal sentenciador, presidido por Javier Gómez Bermúdez. Pero a lo mejor tiene algo que ver el hecho de que, si se hubiera anulado esa prueba, todo el sumario se habría venido abajo, porque las restantes pruebas del caso derivan de esa mochila de Vallecas.
Si nos dicen que en el atentado del 11-M se usó explosivo Goma 2 Eco, no es porque en los trenes se encontraran restos de ese explosivo, sino porque ese es el explosivo que la mochila de Vallecas contenía. Por tanto, anular la mochila de Vallecas como prueba, habría implicado tener que reconocer que no se sabe qué explosivo se empleó.
Si nos dicen que en el atentado del 11-M se usaron teléfonos móviles como iniciadores, no es porque en los trenes se encontraran restos de esos iniciadores, sino porque la mochila de Vallecas contenía un teléfono móvil. Por tanto, anular la mochila de Vallecas como prueba, habría implicado tener que reconocer que no se sabe cuál era la composición de los artefactos de los trenes.
Y, sobre todo, si se hubiera anulado como prueba la mochila de Vallecas, habría que haber puesto en libertad a todos los detenidos por el caso, porque a esos detenidos se llegó tirando del hilo de la tarjeta telefónica encontrada en la mochila de Vallecas.
¿Se dan ustedes cuenta de la magnitud del problema? Todas las pruebas reales del caso (muestras de los trenes, actas de recogida de muestras en los trenes) desaparecieron. Los propios escenarios del crimen (los vagones atacados) empezaron a ser desguazados menos de 72 horas después de la masacre. Y todas las pruebas reales se sustituyeron por una prueba falsa aparecida en una comisaría de Policía 18 horas después de la masacre. Y a partir de esa prueba falsa se construyó absolutamente toda la versión oficial, que apuntaba al islamismo.
Pónganse ustedes ahora en la piel del juez instructor y del tribunal sentenciador del 11-M y respondan sinceramente: ¿se habrían ustedes atrevido a anular esa prueba, por muy convincentes que sean las evidencias que indican que es falsa? Por supuesto, la respuesta a esa pregunta es: si no vas a atreverte a hacer Justicia, no te metas a juez.
*Luis del Pino es director de Sin Complejos en esRadio y escribe el blog 'Los enigmas del 11-M'
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